Jone Buruzko
IRUDITAN

El «autocirco» de Estoril en Brasil

La pandemia del coronavirus está haciendo mucho daño al mundo del espectáculo y el circo no ha sido una excepción. Obligados a reinventarse, el Circo de Estoril se ha inspirado en los sesenteros autocines para convertirse en un autocirco y recuperar sus funciones. A sus integrantes, obligados a permanecer cuatro meses parados y agobiados, ese tiempo les dio para pensar y han terminado instalando una carpa en las afueras de Río de Janeiro en la que de jueves a domingo reciben a niños y adultos que siguen las habilidades de malabaristas, acróbatas, trapecistas, payasos y otros componentes desde sus propios vehículos.

Los artistas interactúan con el público a través de las ventanas de sus coches, es lo máximo que se pueden acercar, mientras pequeños y mayores aplauden o se quedan extasiados ante los números circenses cómodamente sentados en los asientos de sus coches estacionados bajo la lona.

Este circo, que acostumbraba a trabajar con cerca de setenta personas, ahora lo hace con la mitad mientras intenta situar a parte de su personal en otras tareas. Pese a que, de momento, no es lo que era, la compañía está orgullosa de volver a escena.

Originario de Portugal, el Circo de Estoril llegó a Brasil allá por 1898 y acostumbraba a viajar todo el año realizando funciones por América Latina. En uno de los países más castigados por el covid-19, aunque los ingresos de la taquilla estén lejos de los de antes, han buscado una solución contra el desempleo total y el aburrimiento, contrarrestando ese famoso estribillo que cantaba «Había una vez un circo…». El de Estoril, que es de Brasil, fue pasado, es presente y quiere tener futuro aunque sea en formato drive-in.