Jone Buruzko
«Nadar más por la misma cantidad»

La pesca en Senegal, más que un trabajo

Fotografía: John Wessels | AFP
Fotografía: John Wessels | AFP

La pesca es más que un trabajo en la República de Senegal y el fotoperiodista sudafricano John Wessels ha tratado de reflejarlo en diversos fotorreportajes periodísticos que ha realizado sobre ella. También las imágenes que ilustran estas páginas, tomadas el pasado mes de octubre, son de Wessels y reflejan el momento y los tiempos siempre difíciles que asolan el lugar. Es un tema recurrente para este fotógrafo que cambió su ocupación como ingeniero topográfico en Maputo (Mozambique) para completar el curso de fotoperiodismo y documental en el Market Photo Workshop de Johannesburgo. Un año después ya estaba trabajando de autónomo para AFP, donde le ha tocado moverse por el continente para plasmar sus distintas caras, rutinas, conflictos, asuntos humanitarios, sociales y culturales.

No corren buenos tiempos para los pescadores en pequeña escala que pueden ganar alrededor de 2.500 francos de África Occidental, el equivalente a 3,5 euros, por un kilo de pescado. El calentamiento de las aguas y los arrastreros de pesca industrial que deambulan por la costa de Senegal han perjudicado a las poblaciones y variadas especies de pescado que se han destrozado. Los buzos locales dicen que ahora necesitan pasar más tiempo en el agua y «nadar más y más profundo para encontrar la misma cantidad y tamaño de peces» que podían encontrar en estos mismos sitios hace unos seis años.

En la portada de este reportaje, una mujer busca crustáceos para poder venderlos después; bajo estas líneas, un buceador muestra su última captura; en la imagen de al lado, la cosecha del día y, en la que cierra el artículo, el traslado de ese producto para vender que les permitirá comer. Pero también la cámara de Wessels ha captado recientemente a senegaleses buscando peces pequeños muertos, después de que los desechos ácidos se bombearan directamente al mar a lo largo de un tramo de playa a unos setenta kilómetros al norte de Dakar, en las afueras de un pueblo llamado Mboro Kandio. Eso ha ocurrido este mismo mes de noviembre, aunque el problema viene de atrás.

Un pescador lleva dos bolsas de crustáceos para venderlos en los restaurantes de Dakar.

 

Se alega que en los últimos treinta años los camiones arrojan al océano millones de litros de residuos ácidos, producidos por las Industrias Químicas de Senegal (ICS). La pequeña población de Mboro Kandio expresó su preocupación por enfermarse a causa de los desechos ácidos, lo que provocó que la vieja plataforma se cerrara y se trasladara solo unos pocos kilómetros al sur. Cada dos o tres horas, camiones que transportan ácido fluorosilícico suben a una plataforma y descargan los desechos directamente al mar a través de dos tuberías industriales.

Senegal tiene mucho que contar: contaminación, subida del mar que va ganando terreno por efecto del cambio climático y sí, también el proceso de sobreexplotación del ecosistema que no se ha debido únicamente al movimiento interno de población sino, sobre todo, al desarrollo de la flota industrial extranjera que se produjo a partir de los años 70. Tampoco han ayudado la puesta en práctica de políticas de liberalización comercial y de privatizaciones impuestas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

La República de Senegal tiene quince millones de habitantes de los que aproximadamente un 42% vive en zonas rurales y su vinculación con el agua empieza por el mismo nombre del país, un río que marca la frontera este y norte de este país que limita con el océano Atlántico al oeste. Mucha de su mitología está relacionada también con el agua.

Ibrahim, un pescador con arpón, posa junto a la pieza que acaba de capturar en la costa de Dakar.

 

El sector de la pesca marítima es la primera fuente de divisas de Senegal. Es innegable que es fundamental para la subsistencia de una parte importante de la población, pero en Senegal se habla de subsistencia no solamente en términos económicos sino, también, sociales y culturales. «La pesca no es solo una actividad económica, impregna todos los ámbitos de la vida: desde las opciones o estrategias matrimoniales y el tipo de relaciones familiares y vecinales, hasta cómo representarse el mundo o expresar emociones y sentimientos. En definitiva, se trata de las culturas del trabajo de los pescadores senegaleses que, a su vez, varían según las etnias de pertenencia», dicen en Senegambia.es, una página web desde la que se pretende dar a conocer información real y actualizada sobre Senegal y Gambia.

Centrados en el primero de estos dos países, las mismas fuentes apuntan que «el sector pesquero emplea directamente a más de 52.000 pescadores artesanales y 5.000 en la pesca industrial, dando trabajo indirectamente a más de 600.000 personas, incluida una proporción importante de mujeres, dedicadas a la transformación del pescado. La pesca representa cerca de un 30% de las exportaciones del país y constituye alrededor del 1,9% del PIB. Aunque existe la pesca continental, que se ejerce sobre todo en el río Senegal y se destina mayoritariamente al consumo local –lo que tiene gran importancia en la medida en que frena el éxodo rural–, la mayor parte de la pesca es extractiva de origen marino, concentrándose el 80% de la actividad en los puertos de Saint Louis, Kayar, Yoff, Soumbédioune, Hann, Rufisque, Mbour, Joal y Djiffére». Remarcan, por tanto, la importancia de la pesca tanto por su valor alimentario como por el lugar que ocupa en el sistema económico y la generación de empleo.