Luis Robayo | AFP
«Tacos», un elemento clave del BAILE SEDUCTOR

Tango: «Los pies pimero, los zapatos después»

Ese baile complicado, elegante y sensual, originario de los barrios desfavorecidos de Buenos Aires y Montevideo, ha ido escalando posiciones y creando su propia parafernalia. Para ejecutar su coreografía hacen falta ganas y conocer sus pasos y hay quien opina que los zapatos también ayudan a ejecutar un buen tango: «Son como la guitarra para el guitarrista, la escoba para el barrendero o el cuchillo para el cocinero».

Fotografía: Luis Robayo | AFP
Fotografía: Luis Robayo | AFP

Por supuesto que está el abrazo, el equilibrio, la guía... Pero para muchos ilustres bailarines de tango, cuyo campeonato del mundo se acaba de disputar puesto que concluyó hace una semana en Buenos Aires, el zapato, sobre todo para la mujer, es la clave de un tango floreciente, una verdadera «licencia para volar».

Maria Teresa Schuster se quita las botas de ciudad, se calza los tacones plateados y a continuación pisa la pista de baile. «El zapato de tango es muy especial. Para mí tiene que brillar, tiene que tener un tacón bonito. Desde luego que me hace sentir más fuerte, más potente», confiesa a AFP esta cardióloga de 72 años, acostumbrada a la milonga.

«Cuando me pongo los zapatos, siento que me estoy poniendo los guantes de manera sugerente para prepararme para algo muy intenso. Los zapatos son como una licencia para volar. Tienen que moldear el pie, hacerte sentir como una caricia», insiste esta aficionada al tango desde hace veinte años.

No todas las bailarinas necesariamente tienen una relación cercana con sus “tacos” (zapatos de tacón alto), pero muchas, sobre todo, enfatizan su centralidad: estética, anatómica o práctica. El tacón alto gana la votación y la aceptación de sus practicantes aunque, contrariamente a lo que se suele pensar, el tacón no es de ninguna manera obligatorio.

En el tango hay que rockear. Para Carla Marano, bailarina profesional reconocida internacionalmente, «cuando se baila con tacones, la curva de la pierna adquiere una estética completamente diferente, mejor en mi opinión. Y es funcional: bailar con tacones facilita el desplazamiento del peso del cuerpo», adelanta sobre el metatarso y los dedos de los pies, que son fundamentales a la hora de ejecutar este baile.

En una obra digital colectiva titulada “En tacones”, realizada en 2020 durante el confinamiento al que obligó la pandemia del coronavirus, la musicoterapeuta y profesora de tango Marina Kenny invitó a una decena de grandes bailarinas a conversar sobre su relación con sus zapatos.

«Es como la guitarra para el guitarrista, la escoba para el barrendero o el cuchillo para el cocinero», escribió una de ellas, Mariela Sametband. «Es el instrumento a través del cual nos expresamos. Por supuesto que es nuestro cuerpo el que se mueve, el que resuena, pero los zapatos son un elemento fundamental, porque nos conectan con el suelo».

Si hay zapatos que funcionan son los de “Comme il faut” (en francés), una tienda especializada en el barrio de Recoleta, abierta hace dos décadas por gente dispuesta a volver a poner de moda el tango, tras décadas en desuso. Desde su apogeo (aproximadamente 1940-55), este baile seductor ha ido recuperando terreno e incluso en 2009 fue registrado como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.

Lo cuenta la creadora y copropietaria de este establecimiento: «Empecé haciendo mis propios zapatos, porque no me gustaban los del mercado. Las mujeres me preguntaban de dónde los sacaba y funcionó el boca a boca», explica Alicia Muniz. «Luego incorporé nuevos materiales, encajes, imitaciones de leopardo...».

Muniz, que apostó por los modelos abiertos frente a los cerrados tradicionales, tiene claro que la apariencia importa: «cuando bailas, son tus pies los que la gente mira. Tiene que ser hermoso». Pero más allá del diseño, el zapato de tango es todo un conjunto de especificaciones: suelas inyectadas con un alambre de acero casi indestructible –crucial para el tango acrobático– que terminan exactamente donde acaban los dedos de los pies, no debe haber ninguna punta que interfiera con ciertas figuras...

«El alma del zapato es el arco», que debe elegirse con especial cuidado, para adaptarse perfectamente al arco del pie. En cuanto al tacón, «el más alto es de 9,5-10 cm, más allá ya no se puede bailar sin torcerse los tobillos. Por debajo hay todo tipo de tallas intermedias», especifica Alicia Muñiz, que además fabrica zapatos para hombre, también con un talón ligeramente elevado.

“Comme il faut” –nombre tomado del título de un tango de 1917, sobre un amor parisino perdido– vende hoy unos 15.000 pares al año, exporta a Japón, Estados Unidos y Europa, y brinda shows profesionales en Buenos Aires.

Los accesorios del tango se han convertido en «un negocio», afirma Marina Kenny, sin menospreciarlos. Y no cabe duda de que los inmigrantes sin recursos de Buenos Aires a fines del siglo XIX, presuntos inventores del tango, no tenían otros “zapatos de tango” que los que usaban en el día a día.

Porque el tango, recuerda la bailarina y profesora Cecilia Piccini, es ante todo una experiencia, una forma de «búsqueda interior» que, según ella, invita a «simpatizar con los pies, para que hablen, decidan. Los pies primero, los zapatos después».