Iker Fidalgo
Crítico de arte
PANORAMIKA

Hibridar

La exposición «Máquinas de ingenio», que se puede ver en Tabakalera hasta principios de febrero, contiene cuatro propuestas y piezas como las de la imagen.
La exposición «Máquinas de ingenio», que se puede ver en Tabakalera hasta principios de febrero, contiene cuatro propuestas y piezas como las de la imagen. (Gorka Rubio | FOKU)

El arte ha sido utilizado para cumplir muchas funciones a lo largo de la historia. La cultura es capaz de encontrar sentido a los relatos que nos unen como sociedad y permite la creación de lugares comunes en donde encontrarnos entre diferentes. La producción artística nos propone imaginar otras maneras de estar en el mundo. El arte no tiene fronteras y bajo sus brazos se encuentran infinidad de disciplinas, escuelas de pensamiento, referentes, y campos de conocimiento. Es por esto por lo que nunca regenta un territorio concreto e inamovible y siempre está en permanente desarrollo. Poco o ningún sentido tiene poner límites a un universo tan vasto que, entre otras cosas, se enriquece de la invención de espacios híbridos en los que todo se mezcla y se independiza de sus orígenes para convertirse en algo completamente diferente. Con todo, hace tiempo que las posibilidades que brinda la creatividad han sido entendidas como un valor indispensable en áreas aparentemente lejanas de la cultura, tales como el sector económico o el científico.

Enunciada desde estos terrenos de colaboración intersectorial y convivencia de disciplinas, se presentó a finales de noviembre del pasado año “Máquinas de ingenio” en la sala principal del Centro Internacional de Cultura Contemporánea Tabakalera de Donostia. Hasta el 4 de febrero podemos disfrutar de una iniciativa que parte de un proceso dirigido desde la propia institución planteando una serie de binomios entre artistas e investigaciones científicas. Tras un año de trabajo en común, de estas relaciones desembocan cuatro prototipos, uno por cada proyecto, que han sido presentados en el espacio del centro. Detrás de estos resultados se encuentran esfuerzos para poner en común diferentes metodologías pero que se enfocan un objetivo compartido. Las cuatro propuestas que conforman la exposición son “Exografías”, a cargo de Amaia Vicente (Bilbo, 1976) y en colaboración con Gogoa y Tekniker; “C. El punto justo del conflicto cognitivo”, que cuenta con Laura MM (Bilbo, 1985), en colaboración con Basque Center on Cognition, Brain and Language (BCBL); “Sugar detox clinic”, realizado por Elsa Yranz (Barcelona, 1983) en colaboración con Basque Culinary Center (BCC Innovation); y “Compost computacional”, llevado a cabo por Marina Otero Verzier (A Coruña, 1981), en colaboración con Donostia International Physics Center (DIPC).

La muestra ha sido propuesta bajo la batuta comisarial de Maria Ptqk, que realiza un interesante trabajo en la creación de diálogos y resonancias entre piezas de tan diferente factura. Si bien hablamos de una resolución en forma de prototipo, los resultados finales no son la muestra de procesos inacabados, sino que se erigen con la contundencia formal de las obras de arte que son. El desarrollo de exoesqueletos, la creación artística a través de una inteligencia artificial (IA), un tratamiento de desintoxicación de azúcar que crea gominolas especiales para cada cliente o la sostenibilidad del almacenamiento de datos, son algunos de los temas por los que discurre la exposición. Como nota al margen, “Máquinas de ingenio” nos permite ver de nuevo la instalación “Supraspectives”, a cargo de Quadrature, que ya reseñamos en estas páginas cuando fue presentada en 2020.