Amaia Ereñaga
Erredaktorea, kulturan espezializatua
Entrevue
MALCOLM TREVIÑO-SITTÉ
ACTOR

«Soy ‘afrovallecano’, pero sigo siendo un extranjero»

Malcolm Treviño-Sitté (Malabo, Guinea, 1981) tiene la misma mirada que Mahamoud Touré, el inmigrante sin papeles metido a detective en el barrio San Francisco de Bilbo, protagonista de la saga de novela negra en euskara escrita por Jon Arretxe ahora convertida en serie de televisión. De miradas, ignorancias, racismo y luchas varias hablamos con este actor.

(Monika del Valle FOKU)

Las paradas de autobús del centro de Bilbo están cubiertas de los carteles anunciadores de “Touré detektibea”, la serie estrenada el pasado día 1 en Primeran, la plataforma de streaming gratuita de EiTB en euskara. La versión en castellano se estrenará pronto en TVE, porque esta es una producción en la que han participado ambos entes públicos junto a varias productoras. Conviene fijarse en estos carteles, porque tras ellos hay historias y personas relevantes. Desde ellos, nos mira de frente Malcolm Treviño-Sitté y, tiene razón Jon Arretxe, su mirada es de esas que transmiten confianza. También, buen rollo. Tanto como su propio protagonista, un actor de origen ecuatoguineano, criado en Vallecas y con una larga trayectoria en la interpretación. Con este personaje consigue su primer papel protagonista; también es el primer personaje negro protagonista de una serie televisiva en el Estado español. Ambos datos tienen su importancia. También lo tiene el que este proyecto vaya de un inmigrante sin papeles que se busca la vida en San Francisco, el barrio más multirracial de Bilbo; Sanfran, para los locales.

Utilizando la aventura, el humor y un tono mucho menos crudo del que destila su original versión literaria, “Touré detektibea” viene a visibilizar una realidad marginada en la vida real y que no suele ser tratada habitualmente en la pequeña pantalla, aún menos en la ficción. Atípico detective metido en líos sin buscarlo, Touré está acompañado en sus aventuras por un Bilbo muy cinematográfico por un estupendo plantel en el que destaca la importante presencia de actores vascos: Itziar Ituño, Loreto Mauleón, Itsaso Arana, Urko Olazabal, Lander Otaola...

 

Me ha confesado Jon Arretxe que usted es el único de todo el equipo de la serie que se ha leído sus novelas. Tengo que decir que cuando me llegó el personaje, me dije: «Si hay una persona blanca en este país que se ha preocupado por que haya un protagonista negro, se merece mi tiempo, mi salud y mis respetos. Entonces empecé buscando “19 cámaras” [la primera de las novelas de la saga, de 2012], antes incluso de confirmarme al 100% si iba a haber proyecto, porque quería conocer el universo de Jon. Él a mí me fascina, como me fascina Bernard-Marie Koltès [Metz, 1948-París, 1989, dramaturgo, escritor y director teatral francés]. Es de la época de Jean Genet (París, 1910-1986) y ambos escribieron aposta para gente negra, debido a que veían la discriminación que existía en el teatro. También lo hizo Shakespeare con su “Otelo”. No podía parar de leer a Touré, me lo he pasado super bien. También es verdad que resulta exasperante, porque la saga de Jon es tan agobiante, debido a que el personaje te da tanta lástima...

El Touré de las novelas va siempre al límite. Es mucho más dura la realidad literaria que la de la serie televisiva. Claro. Yo me he quedado en el octavo libro, me faltan dos para acabar. No me acuerdo del título, aunque hace un año te lo diría [es “Estolda jolasak”, en el original, o “Juegos de cloaca”, en castellano, editados en 2015], pero corresponde a cuando le deportan a Mali y conoce al personaje albino. Hay un momento en el que va al servicio y, cuando vuelve, todo el mundo está muerto. Todos menos él, aunque es a Touré a quien persigue la mafia nigeriana. El Touré de Jon tiene esas cosas: que sale de límites extremistas y extremos con mucha suerte. Eso es lo único que me producía alivio... eso y cuando se pone a robar en París [“Mesfidatzu hitzez” o “Desconfía”, 2019], aunque termine siendo un sicario... En la serie no existe esa posibilidad, porque está dirigida a un público más familiar. Cambia bastante, pero sí está la esencia y eso es algo muy de dirección. Creo que tanto Esteban [Esteban Crespo ha dirigido cuatro capítulos] como Violeta [Violeta Salama ha dirigido dos] han sabido mantener esa esencia.

El actor, durante el rodaje de la serie en la capital vizcaina. Varios de los episodios ya se pueden ver en euskara en Primeran, la plataforma de streaming en euskara. DAVID HERRANZ

Curiosamente, también cambia la relación de Touré con las mujeres, porque en las novelas las conoce a través del sexo e incluso llega a ser un gigoló: Charo (Itziar Ituño en la ficción), le encarga su primer caso como detective y también le paga por sus encuentros sexuales, por ejemplo. Sí, pero es que Jon Arretxe tiene razón: es decir, yo, como negro que soy, he crecido en la sociedad siendo bastante sexualizado. Estas frases tan típicas que se dicen de «los negros en la cama son tan tal...», yo las he escuchado millones de veces. Me reconozco mucho en eso, pero aquí, en la serie, no se puede mostrar. Y es que además tampoco creo que se debiera de mostrar esa faceta por la que se relaciona continuamente con los personajes femeninos a través del sexo. Aunque sea real y honesto lo que se cuenta en los libros, políticamente hablando ahora mismo no se debería mostrar, con el objetivo de romper con esa imagen. Cuando yo leía a Arretxe me decía: «¿Es blanco, porque conoce todo esto?». ¡Es que conoce la idiosincrasia de la gente afrodescendiente!

Arretxe escribió las novelas en el barrio de San Francisco, pero, aún más, en una entrevista reconocía que, en el fondo, había escrito la saga para «denunciar la ola creciente de racismo». Asimismo, explicaba que su hijo, cuando salió de la localidad navarra de Arbizu a estudiar, a ojos de la gente dejó de ser un chaval euskaldun «para convertirse en un puto negro». Yo no sabía que su hijo era negro hasta que empecé a leer cosas de él y dije: «¡Amigo, es africanista. Tiene un hijo negro y una hija vietnamita de origen! Vale, juego en casa».

Se mezclan varios elementos aquí, como este y, otro, que es un personaje escrito en euskara, en una cultura minorizada... Sí, mola mucho.

¿Del personaje, cuál es su característica principal, su esencia: tal vez que es un superviviente nato? Touré tiene dos cosas: una es la supervivencia; otra, que es, sobre todo, honesto. Quiero decir que es muy difícil ser honesto en una sociedad en donde tú eres el de fuera. Me explico: gente buena y mala hay en todas partes y en todas las etnias, pero ¿qué pasa? Yo me he criado en Madrid, pero he tenido que demostrar muchas veces que soy buena persona. Demostrarlo, lo repito. Porque muchas veces la gente ha querido ver en mí lo que quería ver. Yo he tenido amigos, ahora ya no somos tan amigos, que en su momento asumían un discurso político muy radical y decían que «es verdad, ¿por qué pasa todo esto con la gente extranjera?». Y yo: «¿Cómo? A mí me conoces, ¿no te valgo como extranjero?». «Ya, pero es que tú eres de aquí»... «No, perdón, sigo siendo un extranjero, pero eso a ti no te interesa». Porque tenemos que demostrar que somos buenos y que no somos una amenaza.

Sin embargo, de repente, este Touré tiene estas cosas: que es inteligente, es intuitivo, es carismático, no pierde la sonrisa... El de las novelas sí la pierde, claro, porque llega un momento en el que pierde el norte y se echa a la calle y a las drogas.

¿Es un retrato más real de una persona sin papeles? Mucho más. De hecho, estamos hablando Jon Arretxe y yo para ver si nos hacen un poco de caso, desde el departamento de guion, y se hace un poco más oscuro este Touré. Y no solo físicamente [risas].

Touré es un superviviente nato: no para de correr de aquí para allá, perseguido por la policía y la mafia, sí, pero también buscando trabajo. Se busca la vida como puede. Luego dirán que los inmigrantes viven de las ayudas públicas. ¿Igual consigue romper esta serie con alguno de esos tópicos? Sí, ese es otro de los tópicos. Voy a aprovechar para decir que nadie que no tenga documentación tiene acceso a las subvenciones o a las ayudas del Gobierno. Porque eso es una gran mentira que se han montado. Eso es como cuando dicen que el cine español está subvencionadísimo: hay un montón de gente que necesita ser engañada.

De Touré me gusta que nunca pone la mano para pedir. Él no pide, se busca la vida en lo que sea. ¿Que le llaman de una hamburguesería? Se disfraza de perrito caliente. ¿Que le llaman para hacer de toro de fuego de una fiesta de pueblo por 20 euros? No pone excusas. Quiere ganar dinero en lo que sea y como sea, pero siempre con dignidad. En el capítulo 2 pasa algo, aunque no haremos spoiler, pero él muestra su dignidad con respecto a un compañero suyo, en plan: «Esto no lo puedes permitir». Eso lo he vivido yo en mi persona muchas veces, lo de tener la dignidad de demostrar que tú no estás engañando a nadie.

Estará harto de que le digan que es el primer personaje negro protagonista de una serie estatal. Tiene narices, en el siglo XXI. Mira, yo tengo dos hijas pequeñas y lo que me produce cada vez que veo esta foto o este proyecto [señala al cartel de la serie] es pensar que yo he aportado mi grano de arena para que ellas no tengan que lidiar con estas mierdas. Es decir, van a tener una vida mucho mejor que la mía. Yo las educo en el afrofeminismo, en el orgullo afro y el feminismo, y esta es la vida que les corresponde, porque la vida, a día de hoy, le corresponde a la gente que quiere evolucionar. ¡Quien no quiera evolucionar que se quede en la cueva! De verdad, es lo que toca.

Es decir, que le ha costado. ¡Todo cuesta tanto cuando eres negro! Yo he montado con unos amigos una pequeña asociación que se llama Limbo, porque nos sentimos en un limbo como profesionales. Cuando estamos en España somos de fuera, por el color de piel. Cuando estoy en Guinea soy de fuera, por mi acento. Siempre estoy en un limbo, ya no tengo ningún lugar al que agarrarme para decir que soy de aquí. Yo me siento afrovallecano y cuando estoy fuera de España digo que soy de Madrid, de Vallecas. Sin duda, Touré también se sentiría bilbaino. Es difícil, pero hay caminos que toca hacer, y esa frase de «caminante no hay camino, se hace camino al andar» es tal cual. Y me gusta que esto esté pasando.

De hecho, es usted el presidente de la Limbo Producciones, una organización para la creación de artistas racializados, que en 2022 logró sacar adelante la Proposición No de Ley para fomentar los “colour blind castings” en la Comunidad de Madrid. Es decir, casting abiertos, sin cortapisas por la procedencia. ¿Se ha conseguido algo realmente? Bueno, algo se ha movido. No me gusta involucrar a la clase política en mis entrevistas, porque creo que se adueñan de unos espacios y unos altavoces que no les corresponden, pero hay que saber cómo utilizarlos. Le damos las gracias a todos los partidos que apoyaron nuestra iniciativa, que fueron PP, Ciudadanos, Más Madrid, PSOE y Podemos, y lo hicieron porque les parecía una aberración. Yo les contaba, por ejemplo: «Imaginaos que voy a un centro comercial y dejo mi currículum sobre la mesa y se me dice: ‘Este no es tu perfil, aquí no dejes’». Reconocían que eso es racismo y yo les contestaba: «Eso es lo que pasa en mi profesión».

Los directores y directoras de casting llevan luchando contra esto mucho tiempo, intentando normalizar que los actores negros y racializados -magrebíes, latinos, asiáticos...- hagamos personajes más dignificados y no siempre al personaje que viene de fuera. Somos de aquí de toda la vida, ¿por qué no puedo yo ser entonces un profesor de colegio o de un instituto?

¿Quién lo impide? Quiero decir, ¿el problema radica en los productores, en los guionistas, en los directores..? El problema es que somos un país de leyes y, si no se crea una ley específica, esto no va a funcionar, porque nadie se va a arriesgar. Bueno, ahora, con la serie, se han arriesgado EiTB, TVE y las productoras, y lo han hecho muy bien, pero déjame decirte esto, porque es una lucha en la que llevo mucho tiempo, pero siempre se centraliza en mí porque es lo que se ve, porque soy un tío negro, ¿vale?. Yo también reivindico la lucha de las actrices, las afrodescendientes sobre todo, porque si nosotros lo tenemos difícil, ellas no existen. Es muy complicado y estoy cansado de decir que nos den oportunidades: ¡Haz el casting abierto y elige a quien te guste de verdad, pero deja que la gente llegue con su talento! Coge a quien corresponda, pero que no sea que, porque es negro, tenga que hacer de inmigrante, de vendedor de paraguas o de top manta. Se acabó. Hace años nos decían que no estábamos preparados... pero ¡si somos actores licenciados! O nos decían: «Pero está la cuestión del acento...». Yo soy de Madrid, pero el que sea de Euskadi tendrá su acento vasco, el de Catalunya tendrá su acento catalán... Estamos preparados, los que no están preparados son ellos.

Hasta que no lo expresas no te das cuenta, es verdad. Pero antes solo lo decíamos nosotros, los afrodescendientes, y las directoras de casting, porque muchas de ellas han intentado colarme en castings y alguna vez lo han conseguido -yo he hecho de fotógrafo español de Zaragoza-, pero otras no. Aunque no se acaba el mundo. Pero estamos empujando juntos en la misma dirección, porque así se abre mercado. Parece que no existimos, aunque yo te puedo decir de un tirón los nombres de 30 o 40 actores y actrices negros o afrodescendientes, también de unos cuantos asiáticos y magrebíes. ¡Y me dicen que somos pocos!

Este es también es su primer protagonista al cabo de veinte años de carrera. Se ha hecho más conocido a raíz de su participación en series televisivas como “El chiringuito de Pepe”, pero tiene a sus espaldas una larga carrera teatral, en la que ha trabajado con nombres como Miguel Narros o Garbi Losada. ¿El teatro es menos racista? El teatro es mi salvavidas, es mi zona de confort, es donde realmente no me siento juzgado. Yo hice “Intocables”, con Ados Teatroa. Estuvimos de gira en todo el país y la gente se olvidaba, quiero decir que no juzgaban que era un actor negro el que estaba sobre el escenario. Se reían, lloraban.. Hice “Tres sombreros de copa” con Natalia Menéndez en el María Guerrero en 2019 y lo mismo, porque el público está preparado.

El ministro español de Cultura plantea la descolonización de los museos, algo que se está haciendo en otros países desde hace tiempo y, sin embargo, se pone el grito en el cielo. El Estado español tuvo colonias, parece que eso se quiere olvidar, pero ¿no cree que es como si se quisiera borrar el pasado? Somos expertos en eso. Yo, como ecuatoguineano, tengo un discurso con respecto a España y la descolonización o desprovincialización de Guinea, que tiene que ver con el enganche que tiene con España pero, a la vez, la ignorancia que tiene España respecto a Guinea. Hay mucha ignorancia. Creo que nos cuesta vernos en el espejo, no nos queremos reconocer y, cuando nos critican, decimos que «no somos así». Perdón, sí que somos así: vamos a asumirlo y a pedir disculpas si hace falta o a continuar corrigiendo lo que no está bien.

Malcolm Treviño-Sitté posa en la Gran Vía bilbaina con el escritor Jon Arretxe.

Hay gente que no sabe que Guinea Ecuatorial fue colonia española. Y también fue una provincia. Claro que no. Me pasó que compañeros actores que rodaron allí “Los últimos de Filipinas” me decían sorprendidos que estaban rodeados de gente negra hablando castellano ¡y no estaban en Lavapiés! No pasa nada por equivocarse, porque equivocarse es humano. Repito: no pasa nada. Lo importante es rectificar, pero creo que hay un miedo atroz a decir: «Vamos a dejarnos de ideologías y a ver las cosas desde un punto de vista humano, no tanto de derechas o izquierdas». A mí es que me cansa mucho. Creo que ese discurso negativo cala porque hay gente que necesita agarrarse a algo, a ese discurso de que los culpables de todo son los de fuera y que vivimos de las subvenciones. Yo nunca he recibido una subvención por ser de fuera: ¡Ojalá fuera real que, sin hacer nada, te llega a casa un sobre todos los meses! No es cierto, pero cala, porque hay gente que necesita que le cuenten chorradas.

¿La iniciativa de los casting abiertos llegará al Congreso? Tenemos que ir de la mano con los políticos, eso es así, y el siguiente paso es la sensibilización, para que la gente reconozca lo que estamos denunciando. Es decir, tenemos que sentarnos con productoras, con la dirección de castings, hacer seminarios... Es que la gente no tiene por qué ser racista por no reconocer ciertas cosas. No estás hablando de «yo lo reconozco, soy racista y no lo acepto», sino que hay veces que la gente hace cosas...

... tal vez por ignorancia. Efectivamente. El otro día, en una entrevista me preguntaban: «Dos tipos de racismo: ¿inconsciente o consciente?». Y yo respondí: Racismo por ignorancia. Yo perdono a la gente que es ignorante en plan de que como no conozco esto, digo ciertas cosas. Por ejemplo, de mi vocabulario yo he retirado el término “mulato”, porque reconozco la etimología, y por eso utilizo “mestizo”. Cuando lo explico me suelen decir: «Es verdad, no lo sabía, ¡qué vergüenza!». Pero les suelo responder que «no te voy a llamar racista, porque no lo eres, esto viene producido por la sociedad». Con nuestra propuesta no de ley lo que buscamos es sensibilizar y que se ponga en práctica. No es tampoco que exijamos una cuota de pantalla, sino simplemente pedimos que se abra la posibilidad de que la gente pueda acceder a un casting. De momento, solo queremos que nos dejen ejercer en este juego, el de la interpretación... excepto en personajes históricos, porque me piden hacer del rey Juan Carlos y no pega [risas].

Durante el rodaje con Itziar Ituño. DAVID HERRANZ

Bueno, en la serie estrella de Netflix, «Bridgerton», hay personajes racializados. Y mire cómo funciona. Cuando es un personaje histórico creo que queda mal, aunque no en una fábula. Es decir, la Sirenita me parece genial, porque es una fábula o un mito. Yo qué sé: el día que hagan un Jesucristo asiático me dará igual porque es un mito, pero otra cosa son los personajes reales: el día que hagan un Malcolm X asiático, yo diré que no. A Antonio Banderas de Bruce Lee tampoco lo veo. Hay cosas que sí, que hay que respetar, pero hay otras muchas, que son el 90%, que no. Es decir, que con dar una oportunidad a un personaje a una persona formada ya me conformo.

Ahora mismo está rodando en Bilbo. Estoy en “Sin instrucciones”. ¡Soy un excelente actor euskaldun!

A ver, ¿y qué ha aprendido en euskara? «Kaixo, zer moduz? Bai, goxoa», que quiere decir que esto está muy bueno. Y lo básico: eskerrik asko, zorionak... hay cositas que controlo ya. Voy a decir otra cosa: la etnia de mi madre es bubi, una de las seis etnias de Guinea, y en el idioma de mi madre y de mi abuela, “herria” significa pueblo y “herria” en euskara es pueblo también. Y la sonoridad, por ejemplo, me suena conocida. “Barkatu” me suena a “butuku”, que es jefe del pueblo. Por musicalidad, no me suena raro.

El rodaje le ha permitido conocer de cerca la vida del barrio San Francisco de Bilbo, la «pequeña África», como la llama Jon Arretxe. ¿Qué se lleva de allí? Yo soy afrovallecano, entonces San Francisco para mí es como sentir un reconocimiento de barrio. No sé, incluso en las broncas entre vecinos en la calle me reconozco. También veo otras cosas muy positivas que no suelen salir en los medios de comunicación, algo tan sencillo como el día de los arroces: que todas las culturas se junten para compartir un plato me parece lo más humano que hay. Y luego está el respeto por el barrio. Me pasó, cuando estábamos rodando, que cuando Urko Olazabal y Goize Blanco, quienes hacen de ertzainas, estaban deteniéndome, de pronto un vecino me hizo señas : «Oye, hermano -era magrebí-: ¿La policía te está molestando? ¿Que no te hagan nada, vale?». Y le digo: «Tranquilo, que estamos rodando para una serie». Hay cosas de hermandad en el barrio y, a mí, eso me parece fantástico.

Con el resto de los actores.