Navidades atareadas

Como todos los eventos reseñables del año, aquellos que esperamos para bien o para mal, también las navidades están cargadas de lo contrario a la rutina. Comidas y cenas, visitas de familiares, deseos y anhelos, compras, agendas, ruido, pueden ser escenarios maravillosos de disfrute y de descompresión, de encuentro real. Lo pueden ser a pesar de todo lo que desequilibra y cambia, siempre y cuando sea posible el disfrute. Disfrutar es un acto asociado a la relajación, y la relajación, a su vez, está asociada al mantenimiento del estrés en un nivel asumible. Estas fiestas pueden ser un agobio, pero también una oportunidad para prestar atención a lo que necesitamos y cuidarnos psicológicamente.
Y hay maneras de hacerlo: lo primero es la parte externa, la logística. Como en toda celebración, las tareas no van a faltar, no hace falta que las enumere aquí, pero lo que sí es importante recordar es que a cada persona le cabe un cierto número de quehaceres, y entre ellas debe estar el cuidado de uno mismo, de una misma. Tomarse tiempo para sí y permitir a otros participar de ese cuidado beneficia a todos, por un lado porque nos hacemos presentes y nos priorizamos sobre los aspectos más banales, por otro, porque permitimos a los demás conocernos mejor y hacer algo por nosotros, por nosotras, lo que les sentará bien. Recordar que ninguna celebración es perfecta, y poder asumir errores, imprecisiones, carencias e incluso catástrofes logísticas, incluir la certeza de que no todo saldrá según lo previsto, quizá nos libere algo más de las expectativas que a veces se nos van de las manos.
Y es que, a veces, se nos olvida lo importante, el ‘para qué’ de todo el jaleo que, si nos estresamos, corremos el peligro de perdernos. Podemos terminar estas fechas haciéndolo todo estupendamente para todos, pero perdiéndonos nuestra propia presencia. Y, entonces, ni descansamos ni nos llevamos un buen recuerdo para la próxima vez. Si estamos presentes, si nos notamos a nosotros mismos, a nosotras mismas, nos encontraremos de verdad con lo que haya. Y sí, a veces hay asuntos inconclusos, incomodidades, y los otros quizá nos pueden ayudar en eso, o haya que congelar el asunto para atenderlo más tarde. O puede que lo que haya sea también gratitud o alegría de encontrarse o incluirse.
Las celebraciones nos permiten poner el foco en todo ello; no lo crean, lo resaltan, lo concretan en escenas en un lugar y un tiempo. Y, más allá de posturas a favor o en contra de estas fechas, como en cualquier otro momento del año, en este también hay una oportunidad para sentirse individualmente y en los encuentros que tengamos, de moverse libremente en la medida de lo posible y de disfrutar, que para eso nos hemos inventado las fiestas de guardar. Y todo es posible, podemos hacer o no hacer, faltaría más, pero cuidarse no es prescindible.

«Saltsa Nostra», falta pan para tanta salsa

Por una actitud más saludable en Navidad

Paula Ostiz e Imanol Etxarri, una simbiosis de éxito mundial

Mirando a los ojos del pueblo saharaui

