Carola Solé
MIRADA AL MUNDO

Un lugar para los travestis en la lucha libre mexicana

Sus nombres resultan atípicos en el mundo de los luchadores mexicanos clásicos y su apariencia lo es aún más: vestidas con ligueros y mallas, “Diva Salvaje”, “Estrella Divina” y “Demasiado” se alborotan la melena y se maquillan los ojos y los labios antes de salir al ring. Son travestis que se hablan entre sí en femenino y se cambian en vestuario de mujeres, lejos de la quincena de compañeros que también pelearán en esta arena escondida en un garaje de la polvorienta Tultitlán, a las afueras de Ciudad de México. Cuando el presentador llama al escenario a los “Okama power” («el poder de los travestis», en japonés), las tres luchadoras suben contoneándose con sus glamourosas batas de tul, desatando los silbidos y los vítores del público: ha llegado la hora de los “exóticos”, una categoría de la lucha libre mexicana que engloba a luchadores profesionales de sexo masculino cuyos personajes contienen elementos homosexuales o afeminados. Aunque esta categoría empezó a cobrar fuerza en los años 70 con la llamada “Ola Lila”, sus integrantes todavía deben pelear dentro y fuera del ring para que se les tome en serio y sortear el machismo imperante en este deporte de masas en México.

“Kilvan”, uno de los robustos contrincantes de las “Okama power”, solo tiene buenas palabras para ellos, mientras otros compañeros confiesan verlos «como cualquier otro rival», aunque no siempre es así. Hay luchadores que «te quieren garrotear (apalear), apretar más, piensan que por ser así eres más frágil», explica “Estrella Divina”, una joven de 20 años que es la sensación de la tarde por su apabullante apariencia de mujer, con su melena rubia y un cuerpo escultural apretado por una malla de cuero negro. El desparpajo que muestra esta luchadora, que acaba de empezar a tomar hormonas femeninas y muestra con orgullo sus incipientes curvas, nada tiene que ver con los días en los que empezó a luchar con máscara «por pena, porque no salía del clóset (armario)» en su natal Acapulco. Una vez asumida su sexualidad, se preguntó: «¿Para qué me voy a ocultar tras una máscara o hacerme el macho si yo realmente soy así?».

Empieza la pelea y, después de una llave que deja en el suelo a su rival, la pícara “Diva Salvaje” se le monta encima y anima al público a que solicite el esperado “¡Beso, Beso!”, que es el sello de los exóticos. Después de una pausa teatral, “Diva” se le acerca y, en vez del beso, le da una sonora bofetada. «¡Puto!», le grita. El humor y la interacción con el público son parte de los diferenciales de los exóticos, que suelen verse obligados a participar como independientes en las peleas, ya que la mayor empresa de luchas de México, la AAA, les relega a los llamados “Relevos Atómicos de Locura”, que es como se llaman las peleas preliminares entre enanos, mujeres, exóticos y luchadores clásicos.

La otra gran empresa, el Consejo Mundial de Lucha Libre, solo tiene una figura de estética exótica en sus luchas: Máximo, un luchador heterosexual. Aunque la “Ola Lila” de “Sergio El Hermoso” o “El Bello Greco” abrió camino con sus gestos amanerados y sus incipientes plumajes, fue la generación de finales de los ochenta del pasado siglo, integrada por “Mayflower”, “Pimpinela Escarlata” o “Cassandro”, la que revolucionó la lucha libre exótica con una técnica potente, complementada con vestuario y maquillajes de estética femenina.

“Cassandro” no es un exótico cualquiera. Esta figura internacional y campeón de peso ligero mexicano en 2008 reconoce que «el tiempo ha ayudado mucho en la aceptación de los exóticos». Sin embargo, «aún falta trabajo por hacer para que se eliminen las etiquetas y se vea el talento de uno como exótico y no como homosexual», explica este luchador de 45 años, convertido también en un reconocido conferenciante y defensor de los derechos de los gays. Gracias a su exitoso ejemplo, la nueva generación de exóticos apuesta ahora por una lucha más fuerte y se atreven también con los agresivos castigos.

Ante las críticas de vulgaridad que a veces recibe esta categoría, “Diva Salvaje” advierte que hay que diferenciar entre los profesionales que invierten como ellos y «muchos compañeros que no son gays pero, por el hecho de poder trabajar, se hacen exóticos». «Muchos nos denigran porque se ponen medias, se pintan los labios y les parece que ya vale», se lamenta este veterano luchador del estado de Coahuila. Cae la noche y los “Okama Power” han ganado la pelea. Retándolos a una revancha, “Kilvan” usa el micrófono para elogiarlos ante el público: «De putos tienen la apariencia, porque son más hombres que muchos dentro de este cuadrilátero».