Jaime IGLESIAS MADRID

Un documental sobre Eskorbuto explora su vida y el contexto de la época

«Las más macabras de las vidas» fue el nombre del quinto álbum de estudio de Eskorbuto, también es el título elegido por Kikol Grau (Barcelona, 1971) para un mediometraje donde las canciones y los testimonios de los integrantes del grupo santurtziarra -tomados de diferentes fuentes- emergen como guía para un exhaustivo trabajo de creación documental que termina por ser memoria visual de un tiempo y de un país.

Kikol Grau posee una amplia experiencia como director y montador de piezas audiovisuales para televisión (destaca su labor en el programa «Metrópolis»), también como realizador de videoclips, sin embargo a Eskorbuto llegó por la vía más insospechada, preparando su trabajo final de grado en Historia, carrera que actualmente cursa: «Siempre se dice eso de que la Historia es narrada por los vencedores, pero yo creo que, en el fondo, nos es contada por los mentirosos. Mi objetivo era preparar un trabajo final de grado sobre cómo se explica la Historia desde el audiovisual, con este proyecto en mente decidí hacer una película experimental por año buceando en los archivos de TVE, cuyos informativos siempre me han parecido lo más próximo al NO-DO, y reciclando otros materiales a fin de acercarme a determinados personajes en su contexto. El año pasado hice `Objetivo Gadafi' donde intenté seguir la representación que se ha hecho de este personaje desde sus primeros años en el poder hasta que se lo cargaron. Ahora he montado lo de Eskorbuto y tengo otros dos trabajos en mente, uno sobre Moctezuma y otro sobre la historia de los magnicidios en el Estado español».

Pero ¿por qué Eskorbuto?: «Bueno, siempre me molaron, pero realmente podía haberme aproximado a cualquier otro grupo de lo que se dio en llamar rock radical vasco, porque todos tienen una historia potente detrás, también soy muy fan de La Polla Records o Cicatriz. Pero mi mirada no es la de un fan, no quería llevar a cabo una mitificación de Eskorbuto, sino servirme de ellos para explicar unos años que fueron bastante chungos. Porque ahora resulta que cualquiera te cuenta los 80 como una época idílica donde imperaba el buen rollo, la gente hacía botellón y todo era guai, pero aquello no fue así. En Euskadi, concretamente, aquellos fueron los años duros de ETA y también del GAL, en Bilbo además estaba el tema de la reconversión con un paisaje industrial desolado y la droga campando a sus anchas por la margen izquierda», explica Kikol Grau quien se siente muy halagado cuando se le comenta que, en el fondo, su documental constituye una suerte de crónica en clave punk de los años de la llamada transición: «Bueno ese era un poco mi objetivo cuando me lancé a hacer esto, de hecho quiero pensar que es un trabajo que a los de Eskorbuto les hubiera gustado».

Y es que la estrategia de representación de Grau consiste en dejar que sean las canciones del grupo (cuyo virulento desencanto resuena hoy más contundente que entonces si cabe) y los testimonios de sus integrantes (extraídos de entrevistas para televisión), los que guíen una sucesión de imágenes dispuestas a modo de testimonio gráfico de la realidad evocada por Eskorbuto en sus letras: «Mi método de trabajo fue justamente ese: coger sus canciones y buscar imágenes que las ilustraran. Por ejemplo escuchando «Historia triste» en seguida me vinieron a la mente las inundaciones de Bilbo de 1983 que dejaron unas imágenes apocalípticas». Valga esto como ejemplo de un mediometraje donde se suceden, sin solución de continuidad, fragmentos de distintas actuaciones de Eskorbuto, fotogramas de películas como «El pueblo de los malditos», «Operación Ogro» o «El pico» o imágenes extraídas de noticieros de la época donde podemos ver a Felipe González hablando sobre el futuro de Euskal Herria, al recién investido lehendakari Carlos Garaikoetxea haciendo una proclama de fidelidad a las instituciones del Estado mientras lanza vivas al Rey y a la Guardia Civil o a La Otxoa entonando el alirón por el doblete liguero del Athletic.

Amplia repercusión

Crónica de un tiempo y de un país en estado de agitación y desconcierto, «Las más macabras de las vidas» es un trabajo de clara inspiración amateur que, no obstante, denota un rigor en la mirada mucho más acentuado que el que cabe hallar en algunas propuestas hechas desde el ámbito profesional. La plataforma on line Márgenes (que organiza desde hace tres años el Festival de Cine Español al Margen, buscando dar visibilidad a trabajos realizados fuera del circuito tradicional de producción, distribución y exhibición) así lo entendió y posibilitó el estreno de esta propuesta, definida por su director como «un documental histórico-mediático», en la Cineteca del Matadero (espacio gestionado por el Ayuntamiento de Madrid y dirigido por Mikel Olaciregui) el pasado sábado 25 de enero.

«Fue muy emocionante porque, sinceramente, nunca hice este trabajo con la idea de exhibirlo delante de un público y la sala se llenó y no solo de cineplastas, que es como yo defino a la audiencia arquetípica de este tipo de salas. Se dio una mezcla muy curiosa de gafapastas, punkis con chupas claveteadas y gente ligada al mundo del cine y del audiovisual a la que siempre ha admirado. Después tuvimos un coloquio donde, para mi sorpresa, la peña se mostró muy participativa».

El éxito de esta convocatoria abre un nuevo escenario para Kikol Grau a la hora de valorar cómo darle difusión a su película: «Es un tema para el que no estoy preparado. Yo he hecho este trabajo pensando en mis clases de Historia y ahora me encuentro con que hay mucha peña que quiere verlo. Me hallo un poco sobrepasado porque no sé cómo hacerlo, teniendo en cuenta, además, que entre mis objetivos no está el de rentabilizarlo, quiero decir que no deseo que este documental se exhiba con fines lucrativos. Entre otras cosas porque ha tenido prácticamente un coste cero y alguna de las imágenes que he usado en él, y que están disponibles en la red a través de canales como youtube o similares, probablemente se hallen sujetas a derechos de autor. Tengo que sentarme a pensar cómo darle difusión al documental, a través de qué canales y en qué condiciones, pero es algo que, de momento, se me escapa».

Interés por Eskorbuto

Asombrado como se muestra ante la acogida que está teniendo su trabajo, Grau, sin embargo, asume sin sorpresa el poder de convocatoria que aún mantiene Eskorbuto, quince años después de haber desaparecido como grupo y cuando han transcurrido ya más de dos décadas desde que sus ideólogos y fundadores, Iosu Expósito y Juanma Suárez, sucumbieran a los estragos de la heroína, con pocos meses de diferencia: «En el ámbito anglosajón cualquier grupo con mucha menos repercusión de la que ellos tuvieron, cuenta con dos pelis, tres libros y no sé cuántos especiales. Aquí, quitando el libro de Diego Cerdán, sobre Eskorbuto hay poca cosa hecha, y sobre otros grupos como La Polla o Tijuana in blue menos aún. Luego ocurre que te atreves a realizar cualquier propuesta creativa sobre ellos y te das cuenta que a la gente le interesa. Ideas hay, lo difícil es encontrar canales para expresarlas, más con el panorama musical que tenemos actualmente».

Su tendencia hacia el victimismo les ayudó a crear una imagen tan romántica como dura

La historia de Eskorbuto continúa llamando la atención de todo tipo de público y edades. Su agitada vida y su trágico final (dos muertos de tres componentes) sugiere, por lo que no extraña que, de vez en cuando, se publique un libro, ya son tres, un fanzine dedicado, que va por los 10.000 ejemplares vendidos, reediciones de su discografía, últimamente en vinilo, o ahora un nuevo documental que les contextualiza y les coloca de nuevo en la actualidad.

El trío de Santurtzi es, sin duda, el grupo punk del Estado que más morbo y pasiones despierta. Ni siquiera La Polla Records, con muchas más ventas y dinámica, ha suscitado tanto interés, quizá porque nadie fue tan lapidario (frases notables) como Eskorbuto o porque nadie vendió mejor que ellos un tono victimista (no siempre con la suficiente justificación) sobre el que sustentaron buena parte de su discurso durante años.

De hecho, Josu era especialista en el Quijote, pues si no tenía enemigos, se los inventaba para mantener la tensión que necesitaba para vivir su monotonía. Necesitaba contrarios para que la mente le ofreciera frases, en muchas ocasiones ocurrentes, otras sólidas, algunas vacías de contenido, pero con estética amenazadora y por tanto llamativa en un contexto.

La leyenda también trabajó a favor del trío, ya que son numerosas las crónicas o los análisis que afirman que Eskorbuto no actuaba en Euskal Herria por censura, algo falso, ya que lo hacían con cierta regularidad. Hay gente que asegura que tocaron, en un acto de chulería, con la guitarra que robaron a La Polla, de nuevo mentira. Tampoco la sustrajeron ellos. ¿Falsa información? Mucha. ¿Idealizados? Seguramente.

En cualquier caso, y por multiples factores, un grupo propicio para la literatura épica, escrita o visual, con punto tremendista. P.C.