Degenkolb levanta polvo y chispas
El alemán de Giant sumó su segundo «monumento», tras San Remo. Alcanzó a Lampaert y Van Avermaet y se exhibió en el sprint.

Polvoriento, agotado y muy emocionado, John Degenkolb era un hombre feliz en la meta del velódromo de Roubaix. El alemán del conjunto Giant demostró ser el más fuerte en un «Infierno del Norte» que fue benévolo en lo climatológico, pero que exigió a los corredores hasta el último metro. A sus 26 años, Degenkolb demostró estar en plenitud, ya que enlazaba el éxito de ayer con su reciente triunfo en otra clásica, la Milán-San Remo –algo que nadie lo había logrado desde que lo hiciera el belga Cyrille Van Hauwaert en 1908–, y la tercera plaza en el Tour de Flandes.
El buen tiempo animó al pelotón, que afrontó la clásica a más de 43 kilómetros por hora de promedio. Así, en los primeros kilómetros se fueron Grégory Rast (Trek), Adam Blythe (Orica GreenEdge), Alexis Gougeard (Ag2r La Mondiale), Sean De Bie (Lotto Soudal), Aleksjes Saramotins (IAM), Pierre Luc Périchon (Bretagne Séché), Tim Declercq (Topsport Vlaanderen), Frederik Backaert (Wanty) y Ralf Matzka (Bora Argon 18), formando una primera escapada que se diluyó cuando los «gallos» decidieron que aquello iba en serio.
Bradley Wiggins –que ayer se despedía de la carretera para regresar a la pista– y Stijn Vandenbergh (Etixx) dieron el primer aviso, Jurgen Roelandts (Lotto-Soudal) y Borut Bozic (Astana) menearon el árbol después, aflorando las debilidades de los Sagan o Kristoff, pero acabó siendo el ataque de Yves Lampaert (Etixx-Quick Step) y Greg Van Avermaet (BMC) el que hizo la verdadera selección.
La pareja parecía destinada a llevarse la París-Roubaix, hasta que Degenkolb los atrapó llegando a toda velocidad desde atrás. Se paró la fuga al sentir la superioridad del alemán, y eso lo aprovecharon Zdenek Stybar (Etixx-Quick Step), Lars Boom (Astana), Jens Keukeleire (Orica-GreenEdge) y Martin Elmiger (Iam Cycling) para porfiar y enlazar con el trío de cabeza, ya casi en las calles de Roubaix, mientras que gallos como Sagan –que para más inri sufrió una avería mecánica– Kristoff –muy lejos de su nivel en Flandes– o Wiggins se perdían en escaramuzas traseras.
La carrera llegaba al velódromo de Roubaix, y la rueda que había que controlar era la de John Degenkolb, que ya el año pasado terminó la París-Roubaix en segunda posición.
Ayer, empero, el ciclista nacido en Gera y residente en Frankfurt no perdonó la oportunidad, y demostró su superioridad avasallando en el sprint. Sacó de rueda a todos sus compañeros de fuga, levantando polvo y chispas en una llegada que celebró con rabia y emoción.

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