Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «La canción del mar»

Ilustración mágica del mito irlandés de los «selkies»

No solo los grandes de la animación japonesa como Miyazaki o Takahata son capaces de hacer obras maestras del género, también en el viejo continente hay artesanos de la categoría del irlandés Tomm Moore. Y su manera mágica de ilustrar los paisajes irlandeses es equiparable a la de Sylvain Chomet con respecto a las localizaciones escocesas de “El ilusionista” (2010). Eso en cuanto a la parte visual, porque en lo argumental “La canción del mar” guarda no pocas conexiones con la película de imagen real que John Sayles dedicó a las leyendas tradicionales irlandesas en “El secreto de la isla de las focas” (1994), basada en una novela de Rosalie K. Fry.

El caudal creativo contenido en “La canción del mar” es posible gracias a la dedicación del pequeño estudio irlandés de animación Cartoon Saloon, que con su anterior primer largometraje “El secreto del libro de Kells” (2009) consiguió salir nominado al Óscar de la especialidad, toda una proeza para cualquier producción hecha fuera de Hollywood. Al repetirla con este su segundo largometraje confirma una trayectoria ejemplar donde las haya.

Si bien ambas películas mantienen unas constantes estéticas, empezando por la fidelidad al dibujo bidimensional, se constata una evolución plástica. “El secreto del libro de Kells” rendía culto al arte medievalista de inspiración religiosa o monacal, mientras que “La canción del mar” no resulta tan austera y se enriquece con referencias pictóricas al estilo naif de Rousseau, en lo tocante a bosques y animales. Aunque hay un mayor interés por rescatar las tallas antiguas y el primitivismo de los pictos, observable en la transformación de los seres mitológicos en figuras esculpidas en la roca. Pero los estados de ánimo de los personajes se plasman en un melancólico azul marino, en el que nadan los «selkies», esas criaturas mitad foca, mitad mujer.