Más terrenales que divinos
Hubo un tiempo nada lejano en que el término «divinos» definía, sin muchas distinciones, a los que estas ocho mañanas se han jugado la vida entre la calle Santo Domingo y la Plaza de Toros de Iruñea. El adjetivo, evidentemente despectivo, fue producido a medias por un factor exógeno –la popularización del encierro como fenómeno de masas desde que se empezó a televisar en directo en 1982– y por otro endógeno –las malas prácticas de algunos de ellos–. El caso es que, casi sin darnos cuenta, la palabreja ha ido cayendo en desuso. Y creo que es justo: este año ha resultado bastante notorio que son gente mucho más terrenal que divina.
Seamos serios; gustará más o menos, pero correr bien el encierro sin convertirse en protagonista de alcance mundial resulta absolutamente imposible en la era de las cámaras de televisión ultralentas, de la fotografía digital de alta definición, de las imágenes compartidas por las redes sociales a ritmo y volumen de vértigo... Ha alcanzado bastante eco estos días, y muchas aclamaciones, la apología del traje sanferminero hecha en TVE por el exfutbolista y buen corredor César Krutxaga, pero tampoco nos engañemos con esto: hoy vestir de blanco ya no invisibiliza al corredor, y menos le hace pasar de «divino» a humano. Cualquiera que esté ahí va a salir, hasta la saciedad. Tampoco antes nadie conocía a los pastores y ahora solo faltan cromos de «Rastrojo», «Chichipán» y compañía...
Por otro lado, no se aprecia que esos corredores de primera fila tengan un interés especial por figurar, ni por patrimonializar una actividad que nació mucho antes que ellos. Es inevitable que cuando se necesitan opiniones fundadas sobre el encierro se acuda a ellos, y habitualmente responden por su propia implicación con la carrera, pero hay igualmente quienes prefieren preservar a tope ese imposible anonimato y se sienten más cómodos tras la máscara del seudónimo generalizado: el de la gorra, el rizos, el chaval...
Y, sobre todo, la pulsión que les empuja tiene muy poco de divino: es terrenal, primaria, pura adrenalina, emotividad 100%, pasión irrefenable. No hay nada (o muy poco) que ganar en el encierro y mucho (todo) que perder. Esto obviamente no les convierte en héroes, ni creo que lo pretendan, porque lo suyo es básicamente una búsqueda de placer, una ambición personal. Son más héroes, sin duda, los voluntarios de la Cruz Roja que prefieren madrugar para salvar vidas en Estafeta a trasnochar en Jarauta. Pero ojo, tampoco cabe duda; si un toro se encela con algún corredor, será uno de estos corredores «locos» quien intenta salvarlo.
Habría que buscarles otro nombre.

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