Txomin PITARKE
BILBO
A LA MESA CON

Nos ha salido un alcalde fotogénico

No fui yo quien por primera vez pontificó que a los políticos les gusta salir en las fotos más que a un tonto un lápiz. Por el contrario, a raíz de la «herencia» que soportamos quienes llevamos este popular apellido en el Botxo, he obviado toda exposición pública para no ser blanco de chanzas por aquel familiar lejano que vivió como un auténtico maharajá. No creo que esa aversión la sufra nuestro alcalde, a quien se le ve «suelto» ante una cámara y a quien parece que sus asesores de comunicación tienen bien enseñado.

Soy un asiduo lector del periódico municipal ‘‘Bilbao’’ desde su nacimiento, allá por 1987, donde disfruto de algunos de sus contenidos; no de todos, lo reconozco. A lo largo del dilatado mandato de Iñaki Azkuna, cogí la costumbre de contabilizar el número de fotografías en que aparecía. Algunos meses me quedaba patidifuso. Ibon Areso redujo las instantáneas.

Del nuevo primer edil comencé a trazar algunos rasgos de su carácter cuando inició su peregrinaje por los barrios con su cuaderno de tapas rojas. Fue el candidato más votado y en virtud del anunciado abrazo con el PSE se hizo con la makila de mando.

Sus primeros pasos ya alcalde han sido discretos, empeñado en que los villanos interioricemos la supuesta imagen amable de este personaje público y la asociemos a la política de su partido, discutible sin duda. Amigo de los paseos, Juan Mari Aburto le ha dado este agosto por romerías y misas, además de ‘‘bailar’’ unos pocos pasos forzados en el Aurresku de Begoña. Menos público es su afán por compartir tendido en Vista Alegre con representantes del movimiento ciudadano, o acudir a actos festivos con las comparsas, la ‘‘gran bestia negra’’ de los partidos que gobiernan y han gobernado Bilbo. El tomatero busca la foto desesperadamente, consciente de que así llega a los vecinos en vez de esforzarse en mejorar su floja oratoria.