Aceptable para un concierto de clausura
A quienes asistimos al concierto de clausura de la Quincena Musical con las expectativas ligeramente bajas nos sorprendió, para bien, la versión de la “Sinfonía nº4” de Tchaikovsky que Vasily Petrenko dirigió a la Filarmónica de Oslo. Pero fue solo su trabajo con Tchaikovsky, porque el acompañamiento que realizó Petrenko del “Concierto para violín” de Brahms rozó lo inaceptable en varios momentos. La orquesta llegó a perderse muy brevemente en el tercer movimiento, lo que resulta bastante increíble tratándose de unos intérpretes de esta categoría y una de las composiciones más célebres del repertorio. Vilde Frang es una violinista de dotes extraordinarias pero limitada por los escasos decibelios de su violín, un Vuillaume de 1864 que no parece poder competir con los instrumentos que emplean los violinistas de primera línea. La orquesta pareció amordazada por la escasa sonoridad de Frang y esto forzó salidas de tono de algunos instrumentos, que no lograban controlar correctamente las dinámicas. Toda la versión terminó sintiéndose forzada, desnaturalizada.
Vasily Petrenko es un director con un crecimiento vertiginoso en los últimos años, que ha pasado de dirigir en Liverpool y como invitado en la Sinfónica de Castilla y León a heredar, hace un año, el feudo de Mariss Jansons en Oslo. Es un músico no del gusto de todos, pero en la sinfonía de Tchaikovsky sacó a relucir lo bueno que sin duda ha aprendido de su maestro Yuri Temirkanov, uno de los grandes intérpretes del repertorio ruso, quien pasó por la Quincena dos semanas antes con su Filarmónica de San Petersburgo. Petrenko planteó un Tchaikovsky muy claro, en el que la demostración virtuosística de la orquesta se sobrepuso a cualquier atisbo de profundidad. Pero fue una versión notable y muy adecuada, por su carácter festivo, para una clausura.

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