Arnaitz GORRITI
CICLismo

Sagan reta a la «maldición del maillot arco iris»

El ciclista eslovaco logró el título de campeón del mundo tras arrancar con fuerza a 2,5 kilómetros de metay, aliviado, llegar en solitario. Michael Matthews y Ramunas Navardauskas completaban el podio final.

Se dice de los campeones del mundo de fondo en carretera que, a fuerza de tener que promocionarse como portadores del maillot arco iris, no logran rendir al mismo nivel, padeciendo algo así como un maldición que les impide volver a brillar. El eslovaco Peter Sagan, vencedor ayer en Richmond del campeonato del mundo en línea élite masculino, desafiaba a esa maldición, a ver si es capaz de gafarlo aún más, después de la temporada de segundón que le ha tocado sobrellevar.

Ganó el maillot verde del Tour, pero no fue capaz de llevarse ninguna etapa. La Vuelta solo le reportó el disgusto de ser atropellado por una moto de la organización, amén de que luego la misma le echara la culpa al propio ciclista. ¿Una maldición, dicen? «¡Maldiciones a mí!», debe estar pensando el ciclista eslovaco, que después de asegurar su victoria y acabar la celebración formal, suspiró aliviado y arrojaba su bicicleta a un asistente de la organización, tras quitarse ese peso de encima.

Tal debió ser la impresión de ver a Peter Sagan levantando los brazos otra vez, que la realización televisiva se olvidó de que detrás del eslovaco, a solo tres segundos, se disputaba un cerradísimo sprint de un pelotón ciertamente numeroso, fruto de la insuficiente dureza del circuito de la capital de Virginia. Aunque nadie lo vio, la organización hizo sus deberes anunciando al australiano Mathews y al lituano Navardauskas como poseedores de las medallas de plata y bronce, respectivamente.

La cuesta de la Calle 23

Muchas y variadas fueron las escaramuzas existentes a lo largo de los más de 261 kilómetros de la prueba de fondo en carretera de la categoría élite masculina. Todas ellas, sin duda, realizarían su trabajo de zapa, pero la ausencia de la lluvia facilitó toda la labor de control, y esas selecciones que en un momento dado se vieron compuestas y sin miembros en los cortes, pudieron arreglar sus respectivos desaguisados.

Combinados como el italiano, con el mismísimo Vincenzo Nibali al frente, se dedicaron en cuerpo y alma a evitar que alguna fuga cuajase. Y a fe que lo lograron... hasta que la prueba entró en su penúltimo repecho: el de la Calle 23, a 2,5 kilómetros. Peter Sagan arrancó y no volvió la vista. El belga Van Awermaet y el danés Breschel cerca estuvieron de echarle el guante en la posterior bajada, pero el eslovaco, decidido a no jugársela al sprint, no les dejó que le cogieran la rueda, mientras el pelotón atrapaba a los otros dos.

Solo quedaba la subida final y la celebración. Sagan, quien más ha padecido la sequía de victorias de quien tiene la pólvora mojada, al fin suspiraba aliviado. ¿La maldición del maillot arco iris? ¡Bendita maldición!