Decir algo inteligente tras los ataques de Bruselas no es fácil. Basta echar un ojo a los comentarios de los representantes políticos franceses para comprobarlo. Desde los que proponen fichar sistemáticamente a todos aquellos extracomunitarios que traspasen las fronteras de la Unión hasta aquellos que reprochan a sus oponentes una presunta tibieza contra el terrorismo yihadista. En eso la República francesa no es excepción. Lo corrobora un académico betsellerista y antiguo periodista intrépido español cuando asegura que «los yihadistas deben estar acojonados por las florecitas, las velitas y nuestro enérgico todos somos Bruselas.» Inspiradísimo el tipo y, sobre todo, muy empático con el dolor ajeno. De tan listo que es, tendría que saber que hay veces que es mejor callar.

Pero como escribiría él mismo, los seres humanos somos así, capaces de demostrar nuestra indignación por un militante palestino ejecutado a bocajarro por un soldado israelí, incapaces de mostrar ningún interés por los 4 militantes de los Comandos Autónomos que recibieron 112 balazos en la bahía de Pasaia en marzo de 1984. Pero como seguramente de todo esto tampoco saldrá en estas líneas ninguna reflexión inteligente, lo mejor será callar. Que hablen sus familias, y que lo hagan con flores, con velas o a viva voz. Mejor escuchar.