GARA
BUDAPEST

Imre Kertész, prosista de la angustia humana

Imre Kertész, escritor, periodista y traductor húngaro de origen judío, uno de los grandes de la literatura del siglo XX y primer autor húngaro en recibir el Premio Nobel de Literatura en 2002, falleció ayer en su casa de Budapest. Había nacido allí el 9 de noviembre de 1929, pero vivió en Berlín durante buena parte de su vida.

En su producción literaria destaca su primera obra, “Sin destino”. La obra, que llegó en 2005 a los cines, le sirvió «para matar fantasmas», aquellos que le acompañaron en su estancia en campos de exterminio nazis, de los que fue liberado en 1945.

Le tocó vivir de muy joven episodios trágicos de la II Guerra Mundial. Consiguió resistir el dolor y el miedo en Auschwitz, Buchemwald y Zeitz.

Fue muy crítico con el comunismo. «El nazismo y el comunismo suponen el mismo ejercicio alineante de poder, aunque con distinto rostro y bandera», defendía. De hecho, consideraba el Holocausto «no como un locura momentánea o un hecho ligado a una época, sino como una manifestación de la naturaleza del poder en la sociedad».

El escritor reivindicó la literatura como una forma de preservar la memoria, sin sentimentalismos, para intentar comprender.

Aprender

Kertész denunció que el tema del Holocausto se ha tratado superficialmente y que se debería «hablar sobre ello, reconocerlo y aprender a arrepentirse de lo que sucedió». Calificó el campo de concentración de Auschwitz como «un parque temático para turistas».

Poco después de recibir el nobel en 2002, afirmó que «los totalitarismos ponen a las personas en situaciones absurdas que no han elegido». «Entonces la vida se convierte en una alienación; las personas no reconocen sus propios actos y si no asumimos nuestros actos, no asumimos nuestras responsabilidades, y no podemos liberarnos de nuestros comportamientos. No somos libres», agregó.

Como novelista, Kertész apenas tuvo eco en la Hungría comunista, donde trabajó como periodista. Tras quedarse sin trabajo decidió dedicarse por entero a la literatura y a la traducción. Como traductor del alemán recuperó textos de Friedrich Nietzsche, Sigmund Freud, Hugo von Hofmannsthal, Elias Canetti, Ludwig Wittgenstein, Joseph Roth, Arthur Schnitzler o Tankred Dorst.

También ha escrito diarios (“Yo-otro. Crónica del cambio”, 1997) y piezas teatrales (“Protocolo”). Entre sus obras destaca además “Kaddisch para un niño no nacido” (1990).

Kertész se convirtió en 2002 en el primer escritor húngaro galardonado con el Premio Nobel de Literatura gracias a sus novelas y ensayos. El jurado destacó entonces que le concedía el prestigioso galardón por exponer «la frágil experiencia del individuo contra la atroz arbitrariedad de la Historia».

Títulos más recientes del nobel húngaro son “Liquidación” (2004), sobre la caída del comunismo en su tierra natal, “Dossier K” (2006), “Cartas a Eva Haldimann” (2009) o “La última posada” (2016). Precisamente esta obra verá la luz en castellano el próximo miércoles, de la mano de la editorial Acantilado.

«El libro, según el propio escritor, es la culminación de su obra, un último esfuerzo artístico de un autor gravemente enfermo que concibe un texto que constituye un testimonio visceral y a veces perturbador de sus experiencias y de la lucha del ser humano por la dignidad en circunstancias extremas», informaron ayer desde la editorial. Kertész transforma así «la crónica de su antesala de la muerte en una obra de una sinceridad radical y una lucidez abrumadora, con la escritura siempre en el horizonte, como justificación de su existencia».

En los últimos meses de su vida, Kertész trabajaba en la edición de su diario escrito entre 1991 y 2001, sin publicar aún.

El autor húngaro visitó Donostia en 2002, cuando participó en un seminario sobre Europa Central.