Iratxe FRESNEDA
CANNES

69 edición de Cannes: entre la alfombra roja y la crítica social

Con joyas tan dispares como «Aquarius» de Kleber Filho Mendoza o «Paterson» de Jim Jarmusch la 69 edición del Festival Internacional de Cannes entra en su ocaso y deja claro que aún continua siendo el rey de los festivales de cine. Este domingo sabremos si el jurado encabezado por el australiano George Miller es tan osado como lo pintan.

Probablemente exista algún momento, en alguna calle olvidada de Cannes, en la que reine algo de paz, aún no la he pisado. Este festival es como un ventilador que esparce ruidos y gentes por la ciudad de la costa azul, demasiados coches, demasiadas personas, demasiado de todo. Mientras la huelga en el transporte (que no la lucha por los derechos de los trabajadores) crea dolores de cabeza por estos lares, la 69 edición del festival de los festivales entra hoy en su etapa final.

Dicen que este es el año en el que menos visitas han recibido productores y distribuidores en el mercado del cine más grande del mundo. La novedad durante esta edición ha sido el gigante Amazon, suyas son “Café Society”, de Woody Allen; “The Neon Demon”, de Nicolas Winding Refn; “Paterson” y “Gimme Danger”, ambas de Jim Jarmusch; y “The Handmaiden”, de Park Chan-wook. Los grandes compañías hacen acopio de su trozo del pastel y a su vez las pequeñas distribuidoras luchan por rascar algún que otro título con el que acertar en el mercado del cine independiente. La francesa Capricci, por ejemplo, al menos ha dado visibilidad a “La muerte de Luis XIV” con la soberbia interpretación de Jean-Pierre Léud (Palma de honor de este año). Tan soberbia como la dirección del catalán Albert Serra, un cineasta de talento cautivador que ha sabido rodar con maestría y preciosismo minimalista los últimos momentos del Rey Sol. 

Encontrarse con Faye Dunaway al salir del ascensor, en un rincón perdido del Paláis y segundos más tarde salir con Kate Moss por la puerta de los artistas, te devuelve, de algún modo a tu condición de ser común y corriente para acabar desconcertándote pensando que, una vez más, ya te has perdido entre la realidad y la ficción. De esto último ha habido mucho en Cannes. Entre las ficciones de la sección oficial a concurso está la de la esperada y bien recibida por la taquilla gala “Julieta” de Pedro Almodovar, un melodrama que habla de la crisis que sufre una mujer tras la pérdida de marido y el posterior abandono de su hija. La culpa y el tema de la incomunicación sobrevuelan una cinta que parece haber sido rodada y montada con urgencia debido a los muchos detalles que pesan para mal sobre un trabajo que podría haber sido muy interesante. Ni la elocuente y divertida aparición de Rossy de Palma (¿por qué no habla en gallego?) ni la maravillosa música de Alberto Iglesias consiguen redondear la cinta. Muy lejos de “Julieta” brilla “Paterson” de Jim Jarmusch, una de las joyas de la competición de este año. La historia mínima que nos cuenta el realizador de “Broken Flowers” habla de la rutina, del día a día de seres aparentemente grises, pero extraordinarios. Pocas localizaciones y pocos personajes, el viaje de la vida de ida y vuelta de un chófer de autobús que escribe poesía fruto de los pequeños detalles de la vida. La de Jarmusch es una pieza delicada con la soberbia actuación de Adam Driver y el día a día hecho poesía. “Pateson” es una oda a esos autobuses en los que viaja la working class norteamericana, va de seres maravillosos e invisibles.

Otra de las favoritas y vinculada también al día a día de esa especie en extinción que es la clase media, es “Aquarius” de Kleber Mendoza Filho. El filme es una de esas películas en las que la cámara, además de estar al servicio de la historia, es capaz de descubrirnos a una Sonia Braga tremendamente sensual en su edad dorada, madura y grandiosa como actriz. Huele a premio.

Mimosas, tormentas, historias de amor y tortugas rojas 

El cine habla de historias de amor y de repulsa, hacia paisajes, colectivos, recuerdos. Estos días hemos vivido en las salas oscuras mucho de todo eso, jugando a las identificaciones que el proceso de visionado genera. Con “Mimosas” de Oliver Laxe (ganadora de la 55 Semana de la Crítica) viajábamos junto a unos seres extraordinarios por los valles del norte de Africa en busca de paisajes románticos y sintiendo la fragilidad del ser humano frente a la grandiosidad de la naturaleza. Esa naturaleza que en la película de Hirokazu Kore-Eda provoca el  reencuentro de una familia gracias a una tormenta. La suya es una historia de amor perdida y transformada en algo más allá del amor romántico, ese que deambula por películas como “La tortuga roja” de Michael Dudok o “Varoonegi” de Behnam Behzad. I.F.