DRONES: QUÉ SON, CÓMO SE USAN Y QUIÉN LOS MANEJA
Los drones llevan ya un tiempo de actualidad. Bombardean en Pakistán, graban vídeos desde el aire en carreras de montaña y bodas, se dice que repartirán paquetes de Amazon y, al parecer, empiezan a causar problemas a los vuelos comerciales. Pero, ¿qué son exactamente? ¿Quién los puede manejar? ¿Qué normativa deben respetar? Para empezar, una afirmación taxativa: no son juguetes, sino aeronaves no tripuladas.

Dron es ya una palabra de uso común. Quien más quien menos los ha visto en el cielo o incluso ha tenido alguno en las manos, sobre todo si tiene amigos fotógrafos. Los hay pequeños, que se venden incluso en grandes superficies, y los hay de más de 25 kilos de peso, destinados a profesionales de la imagen, la seguridad y la construcción. En cualquier caso, hay ya toda una industria dedicada a la producción de estos aparatos, dotados en muchos casos de una tecnología que avanza más deprisa que la legislación que los regula.
En el caso del Estado español, la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) es la encargada de regular las operaciones con drones de hasta 150 kilos de peso. Para aparatos de mayor envergadura la normativa es europea y la aplica la EASA (European Aviation Safety Agency). Evidentemente, la casi totalidad de los drones de uso civil, sea recreativo o profesional, pertenecen a la primera categoría.
El uso de un dron «para jugar», como vuelo recreativo, no requiere habilitación de AESA, pero sí debe cumplir unas normas de seguridad. En primer lugar, siempre hay que tener contacto visual con el aparato, y en segundo no debe superar los 120 metros de altura sobre el suelo. Solo puede usarse en zonas despobladas, en ningún caso en zonas urbanas y, desde luego, en ningún caso sobre concentraciones de personas, sean conciertos, procesiones, manifestaciones o playas. Tampoco se puede volar de noche ni con mal tiempo, ni cerca de aeropuertos o zonas de parapente o paracaidismo. En cualquier caso, quien lance al aire un dron con fines recreativos debe saber manejarlo con seguridad y asumir que cualquier daño que cause el aparato será responsabilidad suya. La manera más simple de saber dónde y en qué condiciones puede usar ese dron ligero que se ha comprado en internet es dirigirse directamente al Buzón de Drones de AESA en la web.
El apartado de restricciones y prohibiciones es exactamente igual para un uso profesional, cuando un fotógrafo o un arquitecto usa el dron como herramienta de trabajo. Pero se endurecen las condiciones para volarlo: hay que estar registrado en AESA, suscribir un seguro de responsabilidad civil específico para aeronaves, presentar un certificado médico… y contar con el título de piloto de drones. También el apartado de sanciones es más contundente en el ámbito profesional, con multas de hasta 4,5 millones de euros por no cumplir la normativa. Los aficionados «solo» se enfrentan a multas de 225.000 euros.
Incidentes con aviones comerciales
Como casi siempre, tampoco en esta cuestión llueve a gusto de todos. Hay quien entiende que la legislación es muy restrictiva y quien opina que no lo es y que su cumplimiento debería controlarse más estrictamente. Este segundo caso es el de los pilotos de aviones comerciales, que han dado a conocer su punto de vista después de que a mediados de mayo en las proximidades del aeropuerto de Loiu un avión procedente de Frankfurt divisase en su trayectoria tres drones a 900 metros de altura.
Según el Colegio Oficial de Pilotos de Aviación Comercial (COPAC), el uso de drones cerca de aeropuertos está creando «situaciones peligrosas», por lo que muestra su preocupación por «los cada vez más frecuentes incidentes» protagonizados por aeronaves pilotadas por control remoto. Según los pilotos, el impacto de un dron «con un helicóptero o un avión puede afectar al fuselaje o provocar daños en partes sensibles de la aeronave».
Alex Areizaga es piloto de drones. Ha completado el curso correspondiente en el Real Aeroclub de Gasteiz Heraclio Alfaro, uno de los seis centros de formación autorizados existentes en Hego Euskal Herria. Los otros son el Real Aeroclub de Nafarroa (Noain), Easoflyers (Donostia), Flybai (Derio), Qualiflight (Derio), y Real Aero Club de Vizcaya (Sondika). Profesional de la imagen en la productora Gattiken, Areizaga ha realizado un curso teórico de 60 horas, que habilita para volar un dron incluso sin mantener contacto visual con el mismo, mientras que el curso reducido –50 horas– está destinado a pilotos que tienen que ver continuamente su dron en el aire. El programa de estudios comprende materias técnicas y jurídicas, de forma que el alumno acabe conociendo todo lo necesario para lanzar al aire y manejar con seguridad su aeronave.
Examen y reconocimiento médico
El cursillo práctico se puede realizar bien en estos centros homologados o bien por cuenta propia, pero en cualquier caso hay que superar un examen que acredite que el piloto sabe lo que se trae entre manos. En el caso de Areizaga, optó por aprender por su cuenta, y es que como él dice «una vez que abres la caja en la que te llega el dron es muy difícil resistirte a echar un vistazo al manual y poner en marcha el aparato». Finalmente, el candidato a piloto debe superar un reconocimiento médico. En el caso de que se quiera utilizar el dron para un uso profesional, además del título de piloto ha de obtenerse la habilitación de operador, o bien trabajar para una empresa que ya sea operadora.
La cuestión del peso incide directamente en la normativa a aplicar a los drones. Hasta los 25 kilos, explica Areizaga, no se requiere matricular los aparatos, pero si superan ese peso deben contar con su matrícula correspondiente y figurar en el registro de aeronaves de AESA. Otra diferencia es que, si el dron no supera los 25 kilos, su operador puede comenzar a trabajar con el aparato con solo comunicarlo a AESA, mientras que si supera ese tamaño debe esperar a que AESA emita su autorización.
En el caso de los drones más pequeños, los que no llegan a los dos kilos, basta con pedir al Servicio de Información Aeronáutica la emisión de un Notam, un aviso al resto de usuarios del espacio aéreo sobre cuándo y dónde va a volar el dron. Muchos de los aparatos de menor peso vienen de fábrica con un limitador de altura incorporado, de forma que automáticamente dejan de ascender cuando alcanzan el límite legal de los 120 metros. Areizaga se muestra escéptico ante las informaciones que señalaban que los tres drones detectados en las inmediaciones del aeropuerto de Loiu se hallaban a 900 metros de altitud.
Variedad de usos
Los drones se utilizan para una amplia variedad de trabajos. Desde los más conocidos, como la fotografía aérea o el vídeo, hasta los tratamientos fitosanitarios de terrenos de cultivo, pasando por la revisión de edificios, cuidado de rebaños, vigilancia de incendios forestales o las operaciones de salvamento. Por ejemplo, la Ertzaintza lo ha utilizado para tratar de encontrar el cuerpo del hombre que cayó al mar el pasado 23 de mayo en Donostia.
En ciertos casos, la AESA no tiene jurisdicción sobre los drones. Se trata de uso en recintos cerrados, en los que son sus titulares quienes deciden si autorizan o no el uso de estos aparatos. Una nave industrial o un pabellón deportivo, siempre que estén totalmente cubiertos, no forman parte del espacio aéreo, por lo que queda en manos de sus responsables permitir el vuelo de un dron en su interior.
Alex Areizaga da por seguro que el uso de drones aumentará los próximos años, dada su practicidad y la gran diferencia de precio y de capacidad de acceso frente a los servicios de un helicóptero, pero no cree que en un futuro próximo «veamos el cielo lleno de drones transportando paquetes de Amazon». Eso sí, en campos como las grabaciones audiovisuales la utilización de los drones lleva camino de generalizarse, y es que, como indica Areizaga, «con un dron disfrutas de imágenes que a los simples mortales nos están vedadas».

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