La vida es una canción
Rica es la relación con Donostia de Declan Alosysius Patrick MacManus (Elvis Costello). Debutó en 1991 con The Rude 5 y ha estado tres veces en el Jazzaldia. El londinense regresó en solitario el lunes y agrandó su riqueza creativa y su poder como personal vocalista y showman casi monologuista.
El escenario simuló un plató y una pantalla en forma de tele retro proyectó vídeos, gráficos y fotos familiares. Se peleó Costello con 10 guitarras, sudó su elegante traje, cantó entre la audiencia y actuó dos horas y media. El “Detour” o “desvío” de un repertorio previsible con una “improvisación” controlada y de mutación de tonalidades, sus confesiones y emociones fluyeron enormes con un minimalismo de lujo y en clave de humor (el piano “prestado” por su mejer Diana Krall, el brócoli de Toussaint, el martillo para la reina…).
Entre las 24 canciones, en su tono tembloroso, hubo furia rockera desde la inicial “Hurry Down Doomsday”, sentimientos (recuerdo a los fallecidos Toussaint y Mohamed Ali), compromiso (guerra de las Malvinas en “Shipbuilding”), romanticismo y amor por lo crooner (“Almost Blue”, “Alison”, “She”, “Side By Side”), una novedad (“A Face in the Crowd”) y homenaje a la familia (memorable el padre en el vídeo de “If I Had A Hammer” y tierna la historia del abuelo con “Jimmie Standing in the Rain”). El Elvis británico contó con la sorpresa final de su fiel pianista Steve Nieve y cerró gala con una atormentada deconstrucción de “I Want You”. El rock inteligente existe.

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