Pablo CABEZA
BILBO

Cien mil asistentes disfrutan de un BBK Live multimusical y plural

El sentimiento no es de tristura, en especial después del cansancio acumulado por el ansia de ver, escuchar y patear todos los rincones del BBK Live y vivirlos de la manera más intensa posible, pero el final de una aventura de tres días en la que convives con miles de personas, que piensas que todas tienen algo en común, fomenta la desazón.

Durante muchos años los grandes festivales de Bilbo se celebraban entre la Feria de Muestras y el Pabellón de la Casilla. Dos lugares inhóspitos donde la música se estampaba en las paredes como si fuese una especie de tatuaje. Después llegó la plaza de toros, el Bilbao Arena, y el BEC!, este en Barakaldo. También se intentó en Deustua, pero el asfalto no sugirió. Quedaba claro que lo que los aficionados demandaban se parecía a lo que mostrara Woodstock (1969) o más recientemente Glastonbury, en el Sudoeste de Inglaterra y continuador de la filosofía jipi tanto del citado Woodstock como el de la Isla de Wight (1968).

En Bilbo, en unas campas baldías, base de un pequeño monte, Kobetamendi, hará algo menos de quince años que el Consistorio bilbaino optó por convertir el cenagal en un parque. La obra no fue deslumbrante, pero el lugar merecía una mejora, la que fuese.

La inquieta y ambiciosa (expresado sin prejuicios) promotora bilbaina Last Tour International, primero con Javier Arnaiz y Alfonso Santiago como cabezas visibles y, posteriormente, con la inclusión en el staff de Xabier Arretxe, mánager de Fito y Fitipaldis, vieron claro que esa zona podía ser el FIB o el Doctor Music.

Ni el espacio ni las campas se adecuaban a lo pretendido, pero unas mejoras estructurales por parte del Ayuntamiento, acondicionaron lo suficiente la zona como para que once años atrás se iniciase el Bilbao BBK Live, que no hubiese sido posible, sin la ayuda municipal, el espónsor y la cervecera Kobetas, poseedora de un amplio espacio de campas transformadas en aparcamientos, más el acuerdo económico por el que admitía el cierre de la carretera de acceso a su negocio para vehículos no vecinales durante tres largos días.

Durante el siguiente decenio las obras municipales en las campas han sido constantes. Casualmente, durante estos días dimos con un grupo que no volvía al festival desde hace cinco años. Ellos y ellas nos contaban que estaba irreconocible y que parecía otra cosa: más grande y mejor montado. Y razón no les falta. Las excavadoras han entrado año tras año a saco sobre terrenos sin destino. Hoy todo parece más lógico y ordenado, aunque los cambios son lo suficientemente lentos como para que algunos hayan perdido la costumbre de acudir por malos recuerdos.

Este año el Ayuntamiento se ha metido con la campa central. En un comunicado, el Área pertinente indicaba que había realizado rellenos de tierra, pero con imprecisiones y un relato no ajustado a la realidad. Los trabajos, de otra parte, se iniciaron tarde, por lo que la hierba apenas había crecido, además de contener demasiadas piedras. Total, que en un día de festival allí no quedaba nada verde. Afortunadamente, sí en otras zonas muy agradecidas.

Por el otro lado, Last Tour International firma ahora como Last Tour y uno de sus socios, Javier Arnaiz, el más agresivo, es el responsable del Mad Cool de Madrid, festival de tres días que compite con el BBK Live. El staff ha cambiado, pero la esencia del BBK Live se mantiene y se prolonga, pues el año próximo habrá, además, festival metálico, sin conocerse aún dónde será.

2016/2017

BBK live ha aportado este año un cuarto escenario renovado en espacio y forma, además de una programación muy digna. También se ha habilitado una zona boscosa, Basoa en la que se está de maravilla. Fresco, sombra, relajo y dj’s con todo tipo de propuestas. El número de casetas ha crecido notablemente, incluidos churros para nocturnos, pasteles extraordinarios, chuletas argentinas y decenas de variadas opciones de alimentación y ocio.

La asistencia ha bajado respecto a los tres años anteriores, con todo vendido, pero las causas no parece que puedan achacarse solo al cartel Y la cifra de 102.865 aficionados en total tampoco es mala, si acaso a estudiar por mejorable.

Mientras se reflexiona, el BBK Live 2017 ya tiene bonos y fechas: 6, 7 y 8 de julio.

 

Father J. Misty pone la música y Tame Impala el público

Izkander FERNÁNDEZ |

Si bien las jornadas del jueves y el viernes tiraron de cabezas de cartel contrastados a lo largo de años o de décadas, para el sábado Last Tour se la jugó con una tripleta de bandas más jóvenes y desconocidas para el gran público. Tame Impala, Editors y Foals cubrieron expectativas, cada uno en su terreno, resultando triunfadores morales los primeros gracias a un concierto intenso deudor de la sicodelia, la electrónica y la épica.

Pasadas las 20.00 horas Father John Misty aparecía elegante en el escenario secundario de las campas del monte Kobetas. El músico anteriormente conocido como Joshua Tillman, que firmaba sus discos como J. Tillman y que ahondaba en un sonido americano abstinente emparentado con la frugalidad del “Nebraska” de Bruce Springsteen, pasó por la batería de Fleet Floxes antes de sufrir una metamorfosis artística. De la noche a la mañana firmó por Sub Pop mutó a Father John Misty y publicó “Fear Fun” (2012). Bajo el nuevo Alias, Tillman se convertía en una especie de telepredicador sarcástico, un personaje teatral que apostaba por espectáculo dramático y el sentido del humor por encima de la sobriedad de su anterior carrera. Sin embargo, su preciosa voz aterciopelada seguía siendo la principal protagonista de su autoparodia.

En Kobetas todos los alicientes aparecieron en escena. Rompió su repertorio con “Hollywood Forever Cemetery Sings” para someter a un concienzudo repaso a sus dos obras de estudio hasta la fecha. “Only Son of a Ladiesman” y “Bored in the USA” resultaron deliciosas con un Father John Misty embriagado por su propio show. El dramatismo se le pudo escapar hasta el punto de darse un tremendo costalazo y rodar escenario abajo. Pero parece que Misty está perfectamente hecho a su nuevo papel y se levantó del suelo como un profesional del wrestling. Gran concierto el suyo aunque indudablemente sería mejor poder verlo en un teatro o en una sala, donde todos los matices de su música ganarían en calidez.

Resultó sorprendente ver el escenario principal repleto a plena luz del día para asistir a la orgía sonora de los australianos Tame Impala. Con cierta traza de ritual, los aussies se lanzaron de cabeza a por las primeras composiciones de su obra de estudio más reciente, “Currents” (2015). “Nangs” y “Let it Happen” sirvieron de despegue perfecto para un numeroso y joven público. La banda impactó con su sicodelia guitarrera en 2010 gracias a “Innerspeaker”, un álbum de rebosante inmediatez orgánica. No obstante, la propuesta del quinteto ha ido palideciendo a la misma velocidad que su música iba abrazando conceptos electrónicos y ambientales que quizá les aportaba algo de originalidad pero que definitivamente les restaba calidad. En Bilbao, Tame Impala dejó claro que el rock aeroespacial para hilos musicales de cafés chick es su mundo ahora mismo. Y el público entregado, agradeció la decisión de los australianos.

Tras el gran triunfo de Tame Impala fuera del horario de prime time, la formación de Birmingham Editors se entregó a fondo en el segundo escenario en ese momento de los festivales en el que casi no importa nada ya. El suyo fue un planteamiento vigoroso dentro del mate de su lenguaje musical pop de reminiscencias góticas y siniestras.

Tras Editors, los ingleses Foals eran los cabezas de cartel del futuro, o del presente, según se mire. Pero un sábado por la noche, en un festival como el BBK Live, lo que importa ya no son las bandas. Y realmente, Foals no importan demasiado en nuestras vidas.