Yahvé M. DE LA CAVADA
JAZZ

José James y Jan Garbarek: modernidad y nostalgia mal entendidas

Apesar de ser un gran cantante de jazz, José James no parece contento con ese rol. Tal vez es cosa de su manager o su discográfica, que quiere que James sea también un cantante pop, un rapero de corte blando, o un artista de r&b. La cuestión es que James es bueno, pero esta muy lejos de tener un directo pop medianamente decente o de ser un rapero de altura. Esos géneros tienen auténticos gigantes ahí fuera y la propuesta de James soporta el crossover hasta cierto punto. Y es una pena, porque tiene un gran potencial, pero su directo se ha convertido en algo errático y sin fuerza que sólo crece cuando el cantante se da a lo suyo o cuando ocurre algo musicalmente interesante o impredecible, como el solo de batería de Nate Smith o la colaboración sorpresa de Christian Scott en su concierto en Donostia. Más allá de eso, el concierto fue insulso e irrelevante, cuando no directamente vergonzante, como en su versión de "The Man Who Sold The World" de David Bowie. Insisto: hay que ser otro tipo de artista, y muy grande, para tocar pop y hacerlo con sustancia.

Ojo, también puede uno tocar lo suyo y ser un pestiño, como demostró Jan Garbarek a media tarde en el Kursaal. Hace ya décadas que el noruego se encajonó en su propio sonido y personalidad —muy influyentes, todo hay que decirlo— pero, aunque el tiempo ha pasado, Garbarek y su música siguen inmovilizados en aquella época en la que estuvieron de moda. Su concierto en Donostia constató que, a día de hoy, su grupo suena feo, hortera y anticuado, moviéndose entre la new age somnífera y algo que podría perfectamente ser la banda sonora de un publireportaje turistico.

La actual versión de Steps Ahead que cerró la velada en La Trinidad, por el contrario, funcionó mejor que la mayoría de bandas que se reúnen para recuperar el sonido de sus mejores tiempos. El supergrupo del vibrafonista Mike Mainieri se apoyó en una formación heterogénea y equilibrada, alcanzando un buen equilibrio entre instrumentistas tan diferentes como Marc Johnson y Billy Kilson (en la rítmica) o Eliane Elías y Donny McCaslin, que junto al líder protagonizaron la mayoría de solos, estableciendo una dinámica muy agradable en un repertorio que, en otras circunstancias, tal vez no habría resistido tan bien. La presencia de McCaslin (uno de los mejores saxofonistas tenor vivos) en concreto, elevó el concierto en varios momentos a cotas de verdadera excelencia.