Agustín GOIKOETXEA
BILBO

Ni los arponeros fueron capaces de dar caza a una Baly exultante

Los arponeros no fueron capaces de dar caza a una Baly exultante que, arropada por familia e invitados, recorrió ayer por la tarde la Gran Vía rodeada de txikis deseosos de saludarla.

Nuevo éxito del Desfile de la Ballena, organizado por la Fundación Bilbao 700, que reunió ayer a la tarde en la Gran Vía a miles de personas dispuestas a ver un espectáculo colorista y lleno de fantasía. En esta edición, se quiso rendir homenaje a aquellos pueblos de Bizkaia de tradición ballenera como Bermeo, Plentzia, Lekeitio y Ondarroa, que conservan ese pasado hasta en su escudo.

Al frente de la comitiva, la banda de percusión Trokobloko animando a sumarse. Detrás, desde su puesto de vigilancia, el atalayero iba haciendo sonar la campana tras percatarse de la cercanía de la ballena, que no era otra que la popular Baly. En su caza, ocho arponeros trataban de buscar la colaboración de los txikis para hacerse con el preciado trofeo, aunque no consiguieron su objetivo pues niñas y niños tienen a este personaje como una gran amiga que no falta a su cita todos los primeros domingos de Aste Nagusia.

Con chorros de agua, la Ballena fue saludando al personal, precediendo a su «marido», el Pulpo, que arrojaba confetti desde sus tentáculos, acompañado por detrás por otros miembros conocidos de la peculiar familia: el Txangurro y el Besugo. Entre uno y otro personaje, música a los sones de la Big Band de Musikene y la fanfarre Samasiku.

Los antepasados de visita

Retrocediendo en el tiempo pero «reales», acudieron a visitar a Baly unos antepasados lejanos, los Traps, que recuerdan a aquellos animales anteriores a las ballenas que vivían en tierra, unos grandes reptiles que vivieron hace millones de años. Tres enormes basilosauros, de carácter amistoso y afable, que encandilaron a quienes se apostaron en las aceras.

Tras los tres gigantes conducidos por seis actores, otra de las novedades del desfile de ayer, los Aquavelos, unos simpáticos peces-globos de colores que eran conducidos por varios chóferes burlesques en ciclos de tres ruedas entremezclándose con el público. A primera vista, situaban al público ante las historias misteriosas y fantásticas que creó el renombrado escritor Julio Verne y que muestra el lado oculto de los mares.

Los Aquavelos, que no cesaban de lanzar confetti de colores, iban acompañados de otros divertidos personajes, unas graciosas medusas hinchables. Y, de repente, con el Gran Sabio Travieso Patronus a la cabeza, una invasión bacteriológica, que no arredró a los más txikis que se acercaron a tocar y a interactuar con esos seres que produjeron más de una carcajada. El antídoto para combatir a esas bacterias, el agua curativa, que no hizo sino contagiar la risa al personal.

Y como el desfile iba de peces, lo cerró un banco de catorce peces-catalejos, que en lugar de escamas tenían redes en su piel, lugar en el que, con unos catalejos que se repartieron antes del paso del cortejo, los más pequeños pudieron lanzar su catalejo a la malla de los peces, al tiempo que formulaban un deseo.

Después de tanto confetti, como es habitual, llegó el «espectáculo» de la brigada de limpieza compuesta por 35 operarios y 20 vehículos y máquinas que se encargaron de recoger todo lo que Baly y su séquito habían arrojado antes al suelo.

Los ENTUSIASTAS DE LA BANDA MUNICIPAL DISFRUTAN.

Los habituales de los conciertos de la Banda Municipal de Bilbo, bajo la dirección de su titular José Rafael Pascual Villaplana, tuvieron ayer su primera dosis con piezas de Zarzuela que hicieron las delicias de los que, a diario, se dan cita al mediodía ante el kiosko del Arenal.Aritz LOIOLA | ARGAZKI PRESS