Una muestra de la nueva música rusa
La panorámica de jóvenes compositores rusos que propuso el Ciclo de Música Contemporánea de la Quincena Musical sorprendió por dos razones: la relativa uniformidad estética de los cinco autores representados y sus evidentes lazos con corrientes europeas epigónicas como la música concreta instrumental o la música saturada. Mucho ruido (literalmente) y pocas nueces hubo en las obras de Olga Raeva, Alexey Sysoev y Alexander Khubeev, con preparaciones extremas del piano como llenar la caja de resonancia con pelotas de pimpón. La complejidad de la superficie tímbrica era extrema, pero la estructura musical subyacente tan pobre que cuando llegaron las obras de los vascos Luc y Erkoreka parecía que hubiésemos redescubierto una dimensión musical desconocida: la armonía. Las propuestas de Dorokhov, y en especial la magnífica “Puntuation marks” de Dmitri Kourliandski, fueron más sutiles y parecían hundir sus raíces en cierta tradición rusa de música industrial, con sonidos maquinistas, que se remonta a autores como Avraamov o Mosolov.
El Moscow Contemporary Music Ensemble, el primer conjunto profesional ruso que se dedicó a las músicas de vanguardia tras la disolución de la Unión Soviética (estuvieron fuertemente censuradas durante gran parte del siglo XX), defendió estas obras fieras y oscuras con verdadera dedicación, calidad sonora y precisión técnica, y de paso rusificó de una manera fascinante las dos líricas obras vascas.

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