TENSIÓN EN GÉNOVA, GUERRA EN FERRAZ Y NAVAJAS EN PRINCESA
El abandono de José María Aznar de la presidencia de honor del PP, la Gestora del PSOE tratando de ganar tiempo ante las maniobras de Pedro Sánchez o la pugna entre Pablo Iglesias e Iñigo Errejón. Diversas caras de la renovación de los partidos españoles.

El año de interinidad de la política española llegó a su fin con la investidura de Mariano Rajoy como presidente. A partir de ahí, los principales partidos se han lanzado a su propia «operación renove», conscientes de que si todo saliese mal y los presupuestos de 2017 no se aprobasen podríamos encontrarnos con unas terceras elecciones antes de verano. No parece probable pero, por si acaso, PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos han iniciado sus proceso internos de renovación. Cada uno parte de una posición bien diferente, relacionada con sus resultados electorales, aunque en todos ellos las aguas bajan turbulentas. Mientras que el «culebrón» de las cuentas no se despejará hasta febrero, las formaciones entretendrán al respetable con intrigas palaciegas, una de las especialidades en la Corte.
En principio, Mariano Rajoy debería ser quien mejor afronta el proceso congresual del PP. Poco amigo de las sorpresas, el inquilino de La Moncloa ya anunció que repetiría al frente de Génova, así que no hay debate sucesorio. Cuando parecería que su próximo cónclave, previsto para los días 10, 11 y 12 de febrero sería un paseo triunfal han comenzado a escucharse las voces críticas. En concreto, una voz, la de su antecesor, José María Aznar, que el lunes anunció que dejaba la presidencia de honor del PP y no acudiría al congreso. Tras el fallecimiento de Manuel Fraga y Rita Barberá, Aznar quedaba como carné más antiguo de la formación derechista. No irá, según dijo, debido a la ruptura entre FAES y el PP. Así lo explicó en una carta, posteriormente hecha pública, en la que se deshacía en elogios hacia su sucesor.
La realidad, sin embargo, es otra. Aznar ha mostrado en muchas ocasiones su distanciamiento respecto de quien fue su delfín y, recientemente, se había mostrado muy crítico con la posición del Gobierno español hacia Catalunya. Aislado, con Génova en manos de un Rajoy que desde el congreso de Valencia, en 2008, se convirtió en líder indiscutible, el fundador del PP moderno se convierte en militante raso sin despejar la duda de si tratará de incidir en la política a través de un nuevo partido o algo similar. Lo cierto es que, cuanto más se aleja un líder de los focos, más fácil es que el mundo se olvide de él. Eso le ocurre a todos. Hasta a Aznar.
La Gestora quiere ganar tiempo
Donde no pueden evitar dar imagen de guerra civil es en Ferraz. Sus últimos meses han sido de conflicto abierto y su penúltimo Comité Federal, el celebrado el 1 de octubre, se convirtió en el espectáculo más delirante ofrecido por la política española en los últimos tiempos. Dimitió Pedro Sánchez, la Gestora se hizo con el poder y, rápidamente, optó por permitir que Rajoy sea presidente gracias a la abstención del PSOE. El problema, sin embargo, no se ha solventado. En términos políticos, al partido que dirige de forma interina Javier Fernández se le presentará pronto una disyuntiva similar a la de hace dos meses: o aprueba los presupuestos del PP o el Gobierno fuerza elecciones, con el esperado batacazo. Hacia dentro, la Gestora intenta ganar tiempo y atrasar el congreso, consciente de que las primarias podrían servir a los militantes para castigar a la actual dirección o a la previsible candidatura de Susana Díaz, presidenta andaluza.
Mientras que la Gestora apura los tiempos y fija la fecha del congreso para junio (el 14 de enero se celebra un Comité Federal donde se cerrarán los detalles), el antiguo secretario general, Pedro Sánchez, mantiene una gira que trata de conectar con las bases para preparar su retorno al poder. Al mismo tiempo, sectores críticos como Josep Borrell, los diputados que mantuvieron el «no» a Rajoy en el Congreso o Izquierda Socialista se organizan para exigir un cónclave inmediato. No parece que vayan a tener éxito.
Los terceros en discordia, Podemos, también viven tiempos turbulentos. Su congreso (asamblea ciudadana, según su argot) tendrá lugar también los días 10,11 y 12 de febrero, coincidiendo con el PP. Un modo de confrontar «dos modelos». El problema para el partido morado es que llega completamente dividido. Así se comprobó ayer cuando se conocieron los resultados de la votación sobre el modelo con el que se organizará Vista Alegre II: los fieles a Pablo Iglesias se impusieron con el 41% frente al 39% que se llevaron los aliados de Iñigo Errejón. Un margen exiguo que deja a los Anticapitalistas de árbitros con el 10%. En este ámbito, el puesto de Iglesias no está puesto en cuestión, pero sí que existe un debate sobre cuál debe ser el perfil de Podemos (más cercano a una izquierda tradicional o más «transversal») o qué relación mantendrán con Izquierda Unida. Los navajazos entre las diferentes corrientes y sus lideres han amenizado las últimas semanas, aunque habrá que ver cómo sale el partido. Hay cicatrices que cuestan sanar.
En todas las casas hay tensiones. Incluso en Ciudadanos. Aunque, ¿a alguien le interesa qué le ocurre a la muleta del PP?

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