Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Lion»

Una odisea íntima y calculada

Siguiendo la estela de aquella caleidoscópica mirada que Dany Boyle utilizó en su sobrevalorada “Slumdog millionaire” y que tuvo como recompensa el Óscar y los comentarios complacientes en torno a lo hermoso que puede llegar a ser la miseria vista a través de un filtro de colores vistosos, en esta oportunidad, y sin movernos de la trastienda pobre de la India, topamos con un proyecto que puede llegar a despertar muchas sospechas en sus intenciones debido a la abrupta división de las dos partes de las que se compone el filme.

En la primera, el australiano Garth Davis logra una más que correcta plasmación de los ambientes míseros de rincones como Khandwa y Calcuta mediante un enfoque cálido y cercano. Curtido en el sector publicitario, Davis logra sus mejores momentos cuando nos demuestra que no se requiere de muchas palabras para rodar una odisea vital e íntima, aunque buena parte de este acierto recaiga sobre las espaldas del pequeño Sunny Pawar, quien logra transmitir la esencia de lo filmado gracias a una desbordante naturalidad.

Si en esta primera mitad el drama aflora de manera creíble debido a la carencia de estridencias y subrayados emocionales gratuitos, en cuanto las cámaras nos sitúan en la civilizada Australia el relato gira su rumbo hacia lo previsible y los recursos habituales del género. Una ruta que nace veinte años atrás, cuando un niño se pierde en las populosas calles de Calcuta a más de mil kilómetros de distancia de su hogar, y que deriva hacia la vida de ese niño ya crecido y que fue adoptado por una familia acaudalada.

Los dolores íntimos que padece el protagonista, encarnado en esta etapa de su vida por Dev Patel, son marcados a fuego por la búsqueda incesante de su familia original, transita incesablemente por los derroteros de lo lacrimógeno y trastoca las buenas intenciones que se anunciaban al comienzo.