Carlos GIL
Analista cultural

Carnaval

Si hiciéramos ahora mismo una encuesta por las calles, palacios o pisos de protección oficial preguntando qué significa el carnaval, nos llevaríamos la confirmación de que todo está descontextualizado, que se ha convertido la vida cultural en un espectáculo de imitación, en algo que se plantea desde la desmovilización para que se trate de una repetición de iconos, personajes y situaciones televisivas, sin apenas intervención imaginativa de la ciudadanía.

Por eso cuando encuentro en alguna esquina de nuestra geografía expresiones ancestrales, movilizaciones que generen algo más que la pura diversión, cosa que nadie censura, pienso que sería algo bastante bueno explicar a los jóvenes que no se trata de comprar en la casa de las fiestas esas pelucas horripilantes, ni pasarse a última hora por el chino para convertirse en una máscara plastificada. El carnaval debería ser algo parecido a un momento de confrontación con la autoridad incompetente, un acto de denuncia, sarcasmo e imaginación.

Por eso escuchar, aunque a veces duela, las chirigotas gaditanas es una manera de entender la entidad cultural de los carnavales, porque allí hay muchas trabajo de creación, mucha imaginación y participación popular. No es comparable ese derroche sureño pero intentar algo más que lo obvio nos ayudaría a entrar en esta cuaresma con mejor ánimo. El calendario es un claro manifiesto de intenciones.