Víctor ESQUIROL
CRÍTICA «La cara oculta de la luna»

La ley del bosque

Un fantasma recorre el mundo entero. Está en los mercados de valores, en los despachos de abogados, en las agencias de calificación, en los parlamentos, congresos y senados. En las montañas, selvas y grandes arboledas que año tras año ceden más y más terreno a la ciudad, nueva morada del ser humano... y que nos recuerdan, no obstante, que en dicha conquista, nos acercamos más y más a ese estado primigenio y salvaje sin el cual no puede entenderse la –perversa– sofisticación con la que nos hemos rodeado ahora. Pasado por la traductora: En tiempos de primas de riesgo, deudas públicas, hipotecas y auditorías, la civilización parece un invento situado en el punto intermedio entre el mercado y la jungla. Visualicemos un frondoso coto de caza, con un lobo y un hombre armado con una escopeta. Solo puede haber un vencedor. Al perdedor no le quedará otra que pegarse un tiro. Como suena y como se ve. El protagonista de esta historia, en la cima de la pirámide social, experimenta dicho espectáculo en sus propias carnes, y claro, tras la revelación, no le queda otra que adentrarse en lo más profundo del bosque.

Stephan Rick echa una mirada desencantada hacia las élites que rigen nuestro mundo, planteando dicho ejercicio a modo de viaje alucinado y con pinceladas de terror. El objetivo es mostrarnos esa cara de nosotros mismos que intentamos ocultar. Nuestra naturaleza animal, expuesta como en uno de esos thrillers de los 90, en los que el tiempo quedaba suspendido en pos de unas malas vibraciones, siempre presentes, pero no del todo concretadas. Esto mismo le pasa a esta película, la cual se rodea de imágenes potentes y sugerentes... todas ellas mal envueltas en una historia que en su intento por ser turbadora, se queda en poco más que tediosa.