Pablo CABEZA
BILBO

Depeche Mode, el tiempo camina despacio por sus vidas

La primera jornada del BBK Live reunió a 35.000 aficionados a la música, la fiesta y el relajo: las campas, el arbolado, las mesas... son una tentación. Excelente entrada, el tope de los 40.000 es un agobio. Depeche Mode impecable, Justice abrumador y en la tarde de ayer los vascos Empty Files e Izaro más que una esperanza. Fleet Foxes, folk evanescente.

Depeche Mode actuó en el BBK Live el 11 de julio de 2013. Espléndido bolo. Cuatro años es una distancia corta, aunque el festival tiene tendencia a repetir nombres; no obstante, metidos dentro del concierto en la noche del jueves, poco cuesta admitir que siguen siendo muy grandes. Tanto que no importa verles en una secuencia quizá próxima cuando hay tanta banda por ver y contratar. Dave Gahan es un vocalista más que apañado. Lo volvió a demostrar en el BBK Live. Se mostró dinámico, posador, se quiso, se amó y sudo al extremo su hilo de bigote. Martin Gore es el compositor de éxitos como “Personal Jesus”, “Walking in my shoes”, “People are people” “Enjoy the silence”, “I feel you” o “Master and servant”. Martin y Dave son de la misma edad, 55 años. El tercer miembro es Andrew Fletcher, un batería que se lo rifarían las bandas de metal, sean jevis clásicas o apócrifas. Parece el mayor, ¿cuántos años tiene?, 55 también.

Martin Gore es teclista, pero como le gusta ser jevi tecno, la banda lleva dos teclados extras, lo que le permite a Gore dar zarpazos de león ante una audiencia de terciopelo. En Kobetamendi sonó duro con su guitarra, buscando el contraste, la singularidad y, por contra, muy meloso cuando tomó el camino de voz principal, casi cayendo en la cursilada. Fletcher ya hemos comentado que es un batería capaz de todo y exagerado. Es posible que lleve tres baterías en una.

Con todo, lo curioso de estas tres personalidades es que juntas suenan educadas, como agentes especiales creadores de atmósferas livianas para gente que se ha ganado un cielo para lo que sea menester, como no ser nada. Si a esto se le añaden las tablas, la explosividad de Gahan en escena y los detalles continuos de ritmos y teclados entre coma y coma, más el toque de una guitarra rokanrolera, lo que surge es Depeche Mode, los que miran como una cobra Ophiophagus.

En Kobetas primero sonó enlatado “Revolution”, de los Beatles. Para lanzarse después de un vídeo con “Going backwards” (de su nuevo disco “Spirit”), “Barrel of a gun” y “A pain that I'm used to”. De “Spirit” solo nos consta que tocaran el corte mencionado, “Cover me” y “Where’s the revolution”, un hit del disco y del directo. No extraña que no repasaran más del álbum actual, ya que, en líneas generales, es un truño. Desde este punto de partida, Depeche Mode mantiene el nivel de sus conciertos por el bloque de los cinco componentes, tres más dos invitados. Además, la relación vídeos, grabación de cámaras y letras son audaces, brillantes. No faltaron “In your room”, “World in my eyes”, “Enjoy the silence”, “Never let me down again”, “Walking in my shoes”, “I feel you”, “Personal Jesus”...

Justice es un dúo francés que por los exabruptos musicales que lanzan desde el escenario podrían ser un ochote con catarro infernal. “Safe and sound” demostró ayer en Kobetamendi que se pueden mezclar voces de corte pop, sonido filadelfia, sentido rock, dance y mucha pegada. Electroclash y dance alternativo que en Justice no se sabe cómo seguirá ni cómo terminará, ya que su apuesta rítmica es impredecible. Primero va una llamarada que chamusca el pelo, cuando se cree que es lo peor que puede ocurrir, otro zarpazo rítmico te deja en pelotas. Indefenso ante la iluminada cruz de Justice otro arreglo rítmico separará la carne del hueso. Con los órganos por el suelo, queda el esqueleto en pie. Peor no puedes acabar, crees. Pero un nuevo matiz rítmico desploma un martillazo que aplasta todos los huesos. En el proceso algunas neuronas han quedado sueltas. Lejos de huir no cesan su baile aún con el cerebro destruido. Mientras tanto el rollo rítmico es aún más hipnótico, abduce. El polvo del esqueleto sigue el nuevo ritmo, aunque sea solo bajo una dimensión. No queda aire, por cierto. ¿Qué más puede pasar se pregunta el polvo de hueso sin alma mientras baila y baila ajena a su muerte? Que una tormenta se lo lleve rumbo al mar, de donde partió todo.

Justice –que tuvieron un pequeño parón técnico cerca del inicio– juegan con su nombre, con la cruz, con el rollo cristiano, pero divagando y, en el fondo, montándose una de vaqueros. Nada es creíble más allá del guion que quieran montarse, pero lo vivido el jueves cerca de las dos de la madrugada sobre las campas santas de Kobetamendi en un concierto explosivo, truculento y admirable fue de película. Grindcores, punkis, pospunkis, jevilones, thrasheros, jarkoretas... habrían caído ante canciones como “D.A.N.C.E.”, un corte que ya tiene diez años, pero que sigue sonando impecable, como deslumbrante es su videoclip por mucho tiempo transcurrido. Sonaron “Heavy metal”, “Civilization” y “Love S.O.S.” en un mismo lote agotador, sin descanso ni luto por el esqueleto deshuesado. Gaspard Augé y Xavier de Rosnay demostraron que poseen un nivel muy alto, quizá sin la repercusión de unos Daft Punk, pero con tantos puntos en común que parece un éxito compartido.

Justice compensaron el mal cuerpo que nos dejaron tiempo atrás unos vulgares The Avalanches. Por el contrario cabe destacar asimismo a unos sugerentes tejanos llamados Spoon, liderados por un cantante y guitarrista que con las seis cuerdas mostraba una calidad y sonoridad apasionante, Britt Daniel. El quinteto presentaba “Hot thoughts”. Veteranos del 93 con punto alternativo y experimental. Más convincentes que The 1975, banda de Manchester que sonó muy correcta en su propuesta sinte pop alternativo, pero carente de mordacidad.

¿Más destacados? Y mucho: el coruñés Xoel López (Deluxe), que abarrotó el espacio del escenario Matusalem a base de canciones enormes, una excelente banda y arreglos inspirados. Le cantaron, le corearon, le aplaudieron y no necesitó cortar las dos orejas ni el rabo. Pero salió por la puerta grande.

Tarde de viernes

Los bilbainos Empty Files abren jornadas, pero no fue apropiado, porque, al menos en esta ocasión, la banda de Errekaldeberri, barrio de adopción, es donde ensayan y se toman sus birras y hablan de música, se merecían un horario mejor (17.30). El quinteto se mueve entre el sinte pop y el rock. El combinado es brutal. Alinean buenas melodías, componen con criterio y cuentan con un directo impecable. El ritmo, el planeo, ciertos ambientes trip-hop vía Bristol y los sucios, rabiosos y oportunos ataques desde la guitarra les singularizan. Público convencido, ganado y entregado. Incluso los ausentes.

Izaro presentaba en Kobetamendi “Om”, peleado desde el crowdfunding de Goeto.org hace ya tiempo y con un resultado espléndido. Con la ayuda de Iker Lauroba, entre otros, se finaliza un álbum entre el pop con algún matiz folk actual. Ya rodada, de la actuación de presentación en Kafe Antzokia de Bilbo al set del BBK Live han cambiado bastantes colores. Más suelta, más segura y un repertorio con notables composiciones. Izaro Andres posee talento y una voz con cultura y matices, lo que aumenta y desvía ligeramente algunos acabados. Convence más por su lado pop indie, para entendernos, y choca en parte cuando ataca con todas las posibilidades de su voz. Tener rango es una virtud, moldearlo también y sin esos picos o excesivas inflexiones suena acogedora, espléndida. No se trata de cantar nanas, no es la propuesta, sino de popear o folkear en ese plano dulce, sugerente y desde el que Izaro se muestra soberbia, con proyección. En Kobetas se acompañó de Oriol Flores a la batería, Julen Barandiaran al bajo, Iker Lauroba al teclado y guitarra. Sobresaliente banda.

Los británicos The Amazons mejor de lo esperado. Rock con alternativo rugoso y una guitarra solista con punta y mucho estilo.

Al grito de dónde está mi rebeca, miles de asistentes se agolpan para ver a Fleet Foxes y su propuesta de sobrio folk-rock.