Arnaitz GORRITI
ATLETISMO - MUNDIAL LONDRES 2017

Warholm y Francis afirman que el futuro llegó a los 400 metros

Shaunae Miller-Uibo y Abderrahaman Samba perdieron sus opciones de victoria en los últimos metros por una lesión y un tropezón.

El hundimiento por lesión de la bahameña Shaunae Miller-Uibo le dio, de rebote, el oro a Phyllis Francis y la medalla a Allyson Felix. (Jewel SAMAD/AFP)
El hundimiento por lesión de la bahameña Shaunae Miller-Uibo le dio, de rebote, el oro a Phyllis Francis y la medalla a Allyson Felix. (Jewel SAMAD/AFP)

Este atletismo no es con el que nació y creció una generación. Los que nacieron viendo a Edwin Moses y tocaron la puerta a la adolescencia con el récord en Barcelona 1992 de Kevin Young, el único capaz de romper la barrera de los 47 segundos, se frotaron los ojos al ver a... ¡a un noruego!, Karsten Warholm, vencer la final del Mundial de los 400 metros vallas.

Warholm fue el más valiente en una carrera durísima y esa valentía tuvo el premio del oro, superando al ¡turco! Yasmani Copello y el estadounidense Kerron Clement. Estos dos tuvieron que dar gracias al cielo por el inoportuno tropezón del ¡qatarí! Abderrahaman Samba, porque se tropezó en la última valla cuando, como poco, se iba a hacer con la plata.

Y qué decir de la final femenina de los 400 metros lisos, donde hubo hasta drama. La campeona olímpica en Río, la bahameña Shaunae Miller-Uibo, tenía el oro en su mano a falta de menos de 20 metros, y acabó con la «medalla de chocolate» más amarga posible, ya que una más que presumible lesión muscular la frenó cuando ya solo le faltaba cruzar la línea. Y gracias a ello Allyson Felix suma otra presea más a su zurrón, porque amén de que su compatriota Phyllis Francis conquistase un oro que ni ella misma imaginaba, la corredora de ¡Bahréin! Salwa Eid Naser le birló la plata a una crispada Felix.

Ambas fueron carreras agónicas, como le cuadra a la prueba de 400 metros. En la prueba femenina la bahameña dio la sensación de ir muy entera, sin que el ataque de Allyson Felix, que entró en la recta final a la par de Miller-Uibo, la alterara en demasía. Más aún, fue la propia Felix la que pinchó mediada la recta. Pero no cejó en su empeño y al menos salvó el bronce, aunque tuvo un toque amargo al ver que el hundimiento final de Shaunae Miller-Uibo se producía por una lesión.

Heridos por el destino

Tanto la bahameña como Abderrahaman Samba podrán contar por ahí que el destino les jugó una mala pasada. El qatarí, ataviado con una visera en pleno chaparrón, iba en clara progresión, cuando en la última valla tuvo un tropezón del que no pudo recuperarse. El propio oro de Karsten Warholm hubiera peligrado de haber superado con limpieza el último obstáculo, pero ese requisito no lo cumplió, y el no poder recuperar el ritmo lo llevó a una inmerecida séptima posición.

En cambio Warholm fue el más fino de todos a la hora de pasar las vallas. Fiel a su estilo, el noruego, que en Río se quedó fuera de la final pagando bien cara tamaña osadía, arrancó sin mirar atrás ni calcular lo que hubiera por delante. No tuvo miedo a explotar ni a griparse en la recta final. Y esa confianza le dio un tremebundo margen en la contrarrecta, solo seguido a cierta distancia por Kerron Clement, pero que nunca tuvo verdaderas opciones de remontar hasta el oro.

Más aún, el otomano Yasmani Copello terminó apabullando en los últimos metros. Warholm consiguió mantener un punto de equilibrio entre el brío y el agotamiento, lo suficiente para pasar las vallas sin frenarse, lo suficiente como para decir adiós a Clement y tener a raya a Copello, pero con la duda de Samba, que llegaba como una fiera desatada, pero al que el paso de la última valla condenó a galeras.

Un dragón rugiente

Hubo de esperarse hasta la última hora para que llegaran las fianles, y la primera fue la de lanzamiento de peso femenino. Medallista olímpica en Londres 2012, la china Lijiao Gong regresó a su lugar predilecto de competición para darle al gigante asiático su primera medalla de oro en estos campeonatos.

Rozó los 20 metros en sus dos últimos tiros –19,94 y 19,89 metros respectivamente–, y salvo un lanzamiento nulo, superó los 19 metros en todos sus tiros válidos. El «dragón» rugía por encima de todos, al tiempo que la campeona olímpica en Río, la estadounidense Michelle Carter, solo pudo ser bronce, superada por la magiar Anita Márton con un tiro de última hora que mandó la bola nada menos que hasta los 19,49 metros.

En el resto de la jornada, sorprendió que las 12 clasificadas para la final femenina del salto de longitud debieran acceder a la misma vía repesca. El mal tiempo impidió que nadie llegara a la marca mínima exigida de 6,70 metros, siendo la «apátrida» Darya Klishina –una de las atletas rusas que testificó acerca del «dopaje sistemático» en la Federación Rusa– la que mejor marca realizó, con un mejor salto de 6,66 metros.

En lo que a las pruebas de lanzamiento de martillo se refiere, sorprendió la eliminación de todo un campeón olímpico: el húngaro Krisztián Pars, que en el año 2012 vio cómo alcanzaba la gloria en el Estadio Olímpico londinense, ayer se quedó a 33 centímetros del corte para la finalísima de su especialidad, no digamos ya la mejor marca: 74,08 metros por 76.85 del polaco Wojciech Nowicki.