El terror victoriano cobra una nueva forma serial

AJuan Carlos Medina le ha perjudicado el no ser todavía un cineasta reconocido, porque el de Miami no goza ni de la experiencia ni del renombre de los que antes que él intentaron adaptar la novela de Peter Ackroyd publicada en 1994. Terry Gilliam o el mismísimo James Ivory habían querido llevarla a la pantalla, pero a Medina le ha bastado con una ópera prima en su haber como “Insensibles” (2012), coescrita con el donostiarra Luiso Berdejo, para hacerse con el codiciado botín. En la clausura de Sitges hubo voces que no le consideraron digno de un proyecto de tanta envergadura, si bien su película responde fielmente al interés del escritor original por desentrañar la historia de Londres.
En lo que a ambientación se refiere no se le puede poner ningún pero a “The Limehouse Golem”, que recrea de manera prodigiosa la época victoriana con sus diferencias sociales y el mundo del music hall como válvula de escape. Lo mismo se puede decir de la atmósfera gótica del relato, inspirada en la tradición de la Hammer y su inclusión de monstruos universales en un escenario tan inconfundiblemente británico.
La adversidad se cebó con la producción al fallecer Alan Rickman, que era el actor elegido para el papel del inspector John Kildare, personaje que gana protagonismo en la pantalla con respecto al libro. El testigo lo recoge Bill Nighy, enfrentado a una nueva variante de Jack El Destripador, cuyos crímenes en serie son igual de reconocibles, esta vez bajo una representación más teatralizada.

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