Un padre en plena crisis de la mediana edad

Si uno se fija en el rostro de Mike White, fácil de identificar en la película porque interpreta al amigo del protagonista que se dedica al cine, entenderá las razones por las que empezó siendo actor de comedia. Pero el físico no lo es todo, y se ha rebelado contra su destino para reinventarse, convirtiéndose en un excelente guionista, que a partir de “Brad’s Status” también apunta a interesante director.
Siempre he defendido que los actores de comedia sirven para todo, porque hacer reir es lo más difícil, y una vez conseguido eso lo demás parece ya coser y cantar. Según dicha regla infalible, en Ben Stiller ha de haber oculto un potencial intérprete de drama, que sale a relucir en buena parte de “Brad’s Status”. El humor de la película está bastante atenuado, y el conflicto interno de este hombre al borde de la cincuentena adquiere tintes dramáticos, por no decir patéticos. La definición genérica exacta se ajusta al cada vez más extendido concepto mixto de “dramedia”. La voz en off define al ensimismado personaje, que se compadece de sí mismo y se fustiga a cada rato. Es su manera de replantearse una existencia frustrante, por lo que en lugar de soñar con un futuro mejor se imagina una vida diferente de la realidad experimentada.
Brad se exige tanto porque su relación con el entorno no es positiva, al ver en sus antiguos compañeros de estudios a unos triunfadores en lo profesional y en lo personal, que le recuerdan que no ha podido progresar por culpa de su dedicación a una ONG. La prometedora carrera del hijo podría ser la válvula de escape a tanta renuncia, pero no hace otra cosa que transmitirle sus dudas e inseguridades en el peor de los momentos, justo cuando le acompaña de visita a Boston para las entrevistas de entrada a la universidad, con Harvard como máxima meta. De poco sirve que el chico tenga talento para la música, si en última instancia es el joven el que ha de animar al padre.

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