Carlos GIL
Analista cultural

Las horas que ocupan las tragedias

Asistí al espectáculo de Jan Fabre que duraba veinticuatro horas. Un acontecimiento, una experiencia. Y hay que felicitar a todo su equipo, por el esfuerzo mental y físico, por la entrega artística, por el gran canto a la libertad de expresión y de creación. Y a los programadores, un teatro oficial, Teatros del Canal de Madrid, perteneciente a la comunidad gobernada por el PP. Se apuntaron un tanto. Estos ejercicios artísticos, tan aparentemente chocantes, con imágenes y situaciones de violencia física y sexual, son asimilados por cualquier doctrina partidista.

Espléndida fue la reacción de un público muy especial que en pocas horas acabó con las localidades puestas a la venta, cerca de ochocientas. Unos públicos que fueron a celebrar el espectáculo, a dejarse llevar, a colocarse de manera acrítica ante la tormenta de imágenes que manaban del escenario. Imágenes y palabras. Textos de las tragedias griegas más importantes. Un espectáculo desgarrador, con  estética precisa.

Hay que hacer un reconocimiento superior. Los empleados de este edificio. Sus acomodadoras, sus técnicas, su asistentes, consiguieron que todo transcurriera a la perfección y no era una propuesta fácil. Fueron muchas horas sin apenas incidentes. Otro día me explayaré en lo artístico.