La civilización del ocio nos ha traído la idea de los universos paralelos, otorgando carta de naturaleza a la evasión por medios tecnológicos. Fue Disney la que revolucionó dicho panorama con “Tron” (1982), película que anticipó la posibilidad de que el “gamer” se introdujera en los juegos electrónicos y participara en ellos desde dentro, un concepto muy explotado por el cine desde entonces. A una escala mucho más modesta y “de andar por casa”, la producción extremeña “La bola dorada” propone que la magia actúe como vehículo para pasar del nivel de la realidad a la ficción, a uno y otro lado de la pequeña pantalla del televisor.

Es así como una niña de siete años llamada Bea logra contactar con Teo y Sofi, que son los presentadores de su programa favorito de la televisión local (“Técula Mécula”). La pareja catódica pasará a ser de este modo su ayuda providencial para resolver sus problemas cotidianos, que se han complicado a raíz de resultar sospechosa de la desaparición de un sestercio romano del emperador Adriano que formaba parte de la valiosa colección de monedas de su padre, gran aficionado a la numismática. No sería tan complicado aclarar el asunto, salvo por las interferencias del villano de la función, un Profesor Aburrimiento que también utiliza el portal abierto entre los dos mundos para hacer de las suyas y apoderarse del antiguo tesoro a lo Gollum.

Este proyecto de Extra Producciones, pequeña compañía dedicada a la animación, es la primera película de imagen real que realizan y se nota la inexperiencia. Sin embargo, con un exiguo presupuesto de 600.000 euros han logrado salir al extranjero, y llevarse un premio en el festival internacional de Calcuta. El contraste entre decorado televisivo y ambientación cotidiana funciona, mientras que el irregular reparto se concentra alrededor de la niña Lola Álvarez y sus ídolos Ana Rodríguez y Simón Ferrero.