Beñat ZALDUA
BILBO
Entrevue
AGUSTÍ ALCOBERRO
VICEPRESIDENTE DE LA ASSEMBLEA NACIONAL CATALANA (ANC)

«Nos tenemos que preparar para un horizonte de una gran represión»

Historiador de oficio, independentista de primera hora y vicepresidente accidental de la ANC, Agustí Alcoberro (Pals, 1958) ha pasado dos días en Bilbo hablando aquí y allá, en privado y en público, sobre un momento catalán que afronta con realismo.

«Hay cierta dificultad a la hora de construir un relato acerca de lo que pasó el 27 de octubre», reconoce el vicepresidente de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), que no esconde el complejo momento que atraviesa Catalunya, con el autogobierno suspendido, sus dirigentes políticos en la cárcel o el exilio y los partidos políticos soberanistas en plena batalla interna. En sus palabras, a las que cabe agradecer la sinceridad, encontramos algunas de las palancas que pueden permitir al independentismo seguir adelante.

La primera pregunta, tras cuatro meses con los ‘Jordis’ en la cárcel, sale sola. ¿Qué tal están?

Los Jordis están en un momento de evolución, porque la idea inicial era que la prisión podía ser un episodio relativamente breve. En estos momentos todos empezamos a pensar que será una estancia larga.

¿Estaba mentalmente preparado el independentismo catalán para este golpe represivo?

Nosotros teníamos la experiencia del 9N, en el que se produjeron una serie de multas e inhabilitaciones. El hecho de que se produjesen penas de prisión es una cuestión que no entraba en los cálculos. Llámenos ingenuos, evidentemente.

No parece que los Jordis vayan a ser los únicos...

Nos tenemos que preparar para un horizonte de una gran represión. El proceso abierto implica a mucha gente: presos, exiliados, gente en libertad condicional bajo fianza y otros cuantos que serán interrogados en los próximos días. Y a eso se suman otros procesos, desde los mandos de los Mossos hasta un mecánico que se negó a arreglar un coche de policía. Se está estirando la ley hasta el límite y se está utilizando el delito de incitación al odio, que se creó para proteger a colectivos marginados, para «proteger», pongámoslo entre comillas, a la Guardia Civil.

Las estrategias de defensa de los imputados están condicionando las negociaciones políticas sobre la investidura. ¿Con qué consecuencias?

Estamos en una situación anómala, en la que el líder de la fuerza más votada del independentismo está en el exilio y el líder de la segunda está en la cárcel de Estremera. Esto dificulta las posibilidades de diálogo entre las dos formaciones y es algo que complica mucho todo el proceso de negociación. Pero más allá de eso, creo que hay cierta dificultad a la hora de construir un relato acerca de lo que ocurrió el 27 de octubre [día de la Declaración de la República]. Además, la distancia entre los partidos, ya no solo ideológica o programática sino emocional, es un problema serio para el independentismo.

¿Cuál es su relato?

La ANC nació en 2012 con el objetivo de proclamar la independencia, por lo que la nuestra es una historia de éxito dado que, efectivamente, el 1 de octubre más de dos millones de catalanes votaron a favor de la República catalana y el 27 de octubre el Parlament ratificó esta decisión. Dicho esto, hemos comprobado que al día siguiente esta República catalana no se implementó.

¿Por qué no?

Será una cuestión de ingenuidad, pero la estrategia se había fundamentado en la idea de que en la Europa del siglo XXI, si un pueblo de manera cívica, pacífica y democrática, mantenía una determinada voluntad, se acabaría realizando. Pero hemos comprobado que el Estado español no aceptará su fractura y que la Unión Europea es un club de Estados que no dejará de apoyar a uno de sus Estados más débiles y corruptos.

¿Por qué no mantuvieron la movilización social tras la proclamación de la República?

Vimos que el esfuerzo que hicieron los partidos independentistas para lograr el éxito del 1 de octubre fue enorme. El 27, en el momento de la proclamación, pudimos comprobar que no había un proyecto claro de qué debía hacerse a partir de aquel momento, de cómo debía implementarse. Se puede ver el vaso medio vacío o medio lleno. Yo creo que la República fue proclamada, y este es un elemento clave, pero también lo es que la República no llegó a hacerse realidad.

¿Se atreve a aventurar cómo se desencallará la investidura?

Entiendo que será necesario encontrar un sistema por el cual, primero, se restablezca la legalidad anterior a la suspensión del Estatut para que, de alguna manera, la República proclamada continúe ejerciendo su función. Al mismo tiempo, necesitaremos un Govern que ejerza las competencias propias de una autonomía en el interior y, por último, la movilización popular deberá continuar. Sobre estas tres bases es posible reconstruir el movimiento, dotarlo de mayor solidez y plantearnos a medio plazo el paso siguiente.

¿Contemplan movilizaciones para presionar a los partidos si no logran un acuerdo?

Nos gustaría no tener que hacerlo, esperemos no llegar a ese punto. En cualquier caso, es una posibilidad.

Hablemos del 155. La última amenaza pende sobre la inmersión lingüística en la enseñanza. ¿Qué efectos tiene la suspensión del autogobierno?

Afecta a la totalidad del país. La administración está bajo mínimos y ahora que hemos entrado en 2018 y no hay presupuesto, los efectos serán más graves. Además, empiezan a adoptar medidas en puntos estratégicos como el ámbito educativo, que podría implicar la desaparición de un modelo de éxito como el catalán. Lo que se está produciendo no es solo una laminación del modelo autonómico construido durante 40 años, sino que en la práctica es su liquidación. La posibilidad de un retorno a la realidad de hace un tiempo y de poner el contador a cero no existe, es imposible.

¿Cree que la formación de un Govern garantiza el fin de la intervención del Estado?

El Govern que se pueda formar será un Govern muy frágil, muy limitado y muy controlado. No está claro siquiera si dispondrá de autonomía financiera. Por tanto, será necesario que vaya acompañado de un discurso más propiamente republicano y que vaya apoyado de una movilización popular permanente. Hay que continuar trabajando, nos va a tocar seguir picando piedra durante mucho tiempo.