Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Black Panther»

Variante acrobática y colorista de «La cabaña del tío Tom»

La trascendencia excesiva que se suele aplicar al universo de los superhéroes logra que el efecto deseado no se produzca porque ya de por sí suele resultar bastante difícil que comulguemos con unos personajes que se toman muy en serio su labor de salvaguardar a la humanidad bajo la apariencia de un disfraz. Tal vez sea “Watchmen” –el totémico cómic del maestro Alan Moore– el mejor ejemplo de lo que debería ser la aplicación de un discurso “serio” al imaginario de estos personajes que viven actualmente una nueva época de gloria.

Por ello, es una pena que la industria deje a un lado la vertiente divertida que debería asociarse a este tipo de productos y a pesar de los buenos resultados que ha logrado recientemente con, por ejemplo, “Thor: Ragnarok”. La irrupción del superhéroe africano “Black Panther” se suma a ese tipo de filmes tendentes a construir un personaje mediante retazos dramáticos muy forzados y lo que hubiera sido una chispeante propuesta enmarcada en la vorágine blaxploitation, se transforma para la ocasión en un carrusel africano en el que el héroe de la función es un monarca de reminiscencias shakespirianas que gobierna un lugar oculto llamado Wakanda.

Asentado en un guion que parece inspirado en “La cabaña del tío Tom”, el filme se esfuerza en recordarnos los males que padece el continente mientras, atónitos, nos topamos con un reino egoista que se guarda para sí mismo una tecnología avanzadísima mientras a su alrededor –esto lo supongo porque hablamos de África– imperan las guerras, el hambre y el saqueo de las grandes potencias.

Dejando a un lado el consabido y efectivo festival de volteretas y explosiones y la guiñolesca presencia de Andy Serkis –lo mejor del filme–, “Black Panther” se presenta como un superproducción colorista cuyo diseño parece inspirado en el musical “El Rey León”.