Jaime IGLESIAS
MADRID
Entrevue
PAULINE DREYFUS
ESCRITORA

«Una sociedad carente de utopías es una sociedad muerta»

Nacida en 1969, tiene una larga trayectoria como periodista. En 2013 publicó su primera novela, «Immortel, enfin» en la que se aproximaba a la figura del escritor Paul Morand. Su siguiente obra, «Son cosas que pasan», fue finalista de los principales galardones literarios que se conceden en el Estado francés. Acaba de publicar «El banquete de las barricadas», una evocación en clave satírica de Mayo del 68.

París, 22 de mayo de 1968. En los salones del Hotel Meurice todo está preparado para la concesión del Premio Roger-Nimier al joven escritor Patrick Modiano en uno de esos acontecimientos que reúnen anualmente al “Tout-Paris”. Sin embargo el espíritu contestatario que se respira en las calles acaba por hacer acto de presencia en el establecimiento ante una clientela asustada y un personal entregado a la experiencia autogestionaria que accede a servir el banquete de premiación. Sobre esta base argumental, y mezclando personajes reales y ficticios, Pauline Dreyfus retrata aquel sueño de cambio que se extendió por París hace ahora cincuenta años.

En su libro cita un proverbio donde dice «No dormir fatiga, no soñar cansa». ¿Esta frase define lo que fue Mayo del 68?

Ese proverbio fue una invención mía (risas). Me pareció muy útil para definir las convicciones que anidan en el alma de uno de los personajes de la novela más reacios, de entrada, a abrazar las reivindicaciones de Mayo del 68. Alguien que, como amante del orden, recela del espíritu contestatario y que, sin embargo, al final del libro, descubre el valor de la utopía como síntoma de progreso. Los personajes de “El banquete de las barricadas” son seres que viven su propio proceso de transformación al calor del Mayo francés. También hay quien hace el camino inverso, como Roland, el maître del hotel, que impulsa la autogestión del establecimiento para darse cuenta, más tarde, de que la ausencia de liderazgo debilita cualquier misión.

  De hecho, en su novela, los que se entregan con más pasión a ese espíritu de cambio son los que más rápidamente claudican, mientras que quienes se muestran más escépticos son los que terminan más comprometidos. ¿Esta paradoja es un reflejo del modo en que gestionamos las utopías?

Bueno, yo creo que una sociedad carente de utopías es una sociedad muerta, pero al mismo tiempo hay que valorar las limitaciones a las que se enfrenta toda utopía en su materialización. Al final, la vida consiste en encontrar un equilibrio entre la acción soñada y nuestras obligaciones y si algo puso de manifiesto Mayo del 68 fue la dificultad para lograr dicho equilibrio.

  Diría que Mayo del 68, más allá de representar un movimiento de confrontación ideológico, ¿fue el choque entre quienes se manifestaron dispuestos a participar de un sueño y quienes se resistían a hacerlo?

En cierto modo sí. Basta con ver los lemas que inspiraron aquel movimiento en el que se reivindicaban conceptos como imaginación, creatividad y fraternización. Es decir, se exigía licencia para soñar y, honestamente, creo que esos sueños se concretaron a muy corto plazo. Frente a quienes afirman que aquello concluyó con un triunfo del pensamiento conservador materializado en una nueva victoria electoral de De Gaulle, yo creo que fue justamente al contrario. Basta con ver todas las leyes que empezaron a aprobarse con la llegada de Giscard d’Estaing a la presidencia de la República en 1974: mayoría de edad a los 18 años, ley del aborto, mejora de las condiciones para los presos… Todas esas medidas fueron consecuencia de Mayo del 68.

No obstante, esa capacidad para soñar parece estar presente en todos los protagonistas de su obra, incluso en aquellos que representan al establishment, necesitados de refugiarse en una realidad paralela.

Sí, pero en el caso de estos personajes, su deseo es construir una realidad que les aísle, que redunde en la protección de sus privilegios, con lo cual sus sueños tienen poco de transformadores. Para ellos Mayo del 68 representó una pesadilla. De hecho, la novela refleja sus miedos ante la amenaza de que su mundo se derrumbe, de ahí que se aferren con tanta fuerza a la celebración de ese banquete en el Hotel Meurice, un espacio que parece permanecer inmune a los cambios, donde el mobiliario, el servicio y la comida definen un estatus.

  No deja de ser curioso que para aproximarse a un período histórico tan convulso usted elija un espacio que transmite una anacrónica quietud.

Cuando se habla de Mayo del 68, todo el mundo piensa en las manifestaciones de estudiantes, en los incidentes que tuvieron lugar en el barrio latino o en los obreros ocupando las fábricas. Sin embargo, mientras investigaba para escribir esta novela, descubrí que aquel espíritu contestatario fue tan potente que se dejó sentir incluso en los escenarios más insospechados como los grandes hoteles de París. Estos establecimientos llevaban siglos sometidos a la rigidez de un protocolo tan estricto que nadie esperaba que entre su personal pudiera tener ningún efecto la llamada a la rebelión, como finalmente pasó. Eso demuestra la fuerza que tuvo un movimiento como Mayo del 68. Al mismo tiempo, la aparente incongruencia que existe entre la suntuosidad de un escenario semejante y las acciones y los discursos que tienen lugar en él, me permitieron profundizar en el alcance satírico que pretendía para la novela. Yo no había nacido cuando tuvo lugar Mayo del 68, y como no puedo sentir nostalgia de algo que no conocí, como escritora opté por mantener una cierta equidistancia respecto a los hechos narrados.

¿No temió que la sátira desvirtuase el alcance político del relato?

El humor, por naturaleza, es desmitificador pero por eso mismo he tenido mucho cuidado en proyectarlo sobre todos los personajes de la novela evitando juzgar sus acciones. Yo creo que cualquier persona tiene varias caras y me gustaba la idea de explorar las contradicciones que eso genera. Por ejemplo, en el libro aparece como personaje Salvador Dalí, un personaje al que siempre se acusó de ser un individualista feroz y que, sin embargo, durante el Mayo francés se plantó delante de los estudiantes y les dijo: “estoy con vosotros”. A la hora de cultivar la sátira lo importante es no incurrir en la caricatura.

Otro aspecto interesante de «El banquete de las barricadas» es su componente metaliterario. ¿Por qué eligió la entrega del premio Roger-Nimier como hilo argumental? ¿Le atraía la idea de asumir la figura de Patrick Modiano como guía?

No exactamente, en todo caso Modiano me permite profundizar el carácter anómalo de la situación que recreo en el libro. Mi intención era evocar Mayo del 68 a partir de una galería de personajes que parecen estar fuera de lugar. Los clientes del hotel evocando el triunfo del Frente Popular en el 36 y la incertidumbre que para ellos representa la reedición de un escenario semejante. El director del establecimiento, cesado de sus funciones por sus propios empleados, ejerciendo de cliente y el personal del establecimiento reviviendo una suerte de “Día de los locos”, aquella fiesta medieval en la que, por un día, se invertían los roles sociales y todo estaba permitido. En este contexto Patrick Modiano, que fue quien ganó aquel año el Premio Roger-Nimier, aparece en la novela con la mente puesta donde siempre la ha tenido: en los años de la Guerra. Para él el único período clave en la historia de Francia es el de la ocupación, lo demás son anécdotas. A pesar de que en 1968 tenía 21 años, lejos de compartir inquietudes con sus contemporáneos, a Modiano le obsesionaba más la figura del general Von Choltitz, que desobedeciendo a Hitler se negó a bombardear París, que lo que estaba ocurriendo en las calles de la ciudad en esos momentos.

¿Cree que caben las analogías entre el espíritu que inspiró Mayo del 68 y la ola de indignación que ha motivado diferentes movimientos de protesta en los últimos años?

No lo tengo nada claro. Mayo del 68 fue apoyado por una estructura intelectual muy potente detrás de la cual descollaban filósofos, pensadores y artistas de primer nivel. Los movimientos de protesta que se han venido sucediendo en los últimos años se me antojan más difusos en su génesis y desarrollo. Por otra parte creo que si algo definió Mayo del 68 fue el deseo de compartir, de fraternizar, la gente salía a las calles no solo a expresar su disconformidad sino a intercambiar experiencias, puntos de vista… Hoy en día la gente es mucho más individualista, vive preocupada por su confort personal, por alcanzar el éxito… En estos últimos 50 años ha habido muchas tentativas en Francia, por parte de los estudiantes, por reeditar aquel movimiento y ninguna ha terminado de funcionar.

Antes ha comentado que una sociedad sin utopías es una sociedad muerta. ¿Qué utopías deberían movernos hoy en día?

La idea de Europa sigue siendo una utopía por la que vale la pena luchar, aunque actualmente no pase por sus mejores momentos. Hay quien dice que aquél fue un proyecto inspirado por la necesidad de pacificar el continente y que como hoy no hay peligro de confrontación armada entre países europeos no es necesario seguir incidiendo en esa idea de unión. Pero yo creo que es muy necesaria porque tenemos muchas cosas en común, comenzando por un legado cultural que exige ser defendido con convicción. Es importante mantener y afianzar esos vínculos transnacionales.

En el Estado español, con las protestas de los pensionistas hay quien ha detectado que quienes hoy toman las calles son los mismos que lo hicieron hace cinco décadas. ¿Hay relevo generacional en el activismo?

Yo creo que no conviene mitificar nada ni a nadie, de hecho muchos de los líderes de Mayo del 68 son hoy políticos relevantes o empresarios de éxito. Son los que se resistieron a aburguesarse los que siguen a pie de calle manifestándose. Por otro lado cada generación tiene sus utopías. Por ejemplo, entre la juventud actual percibo mucha implicación en lo referente a la utopía ecologista, están muy sensibilizados hacia cuestiones como el cambio climático o la calidad del aire, asuntos muy importantes a los que mi generación, por ejemplo, no prestó la mayor atención.