El debate de la moción de censura contra el Gobierno del PP encabezado por Mariano Rajoy centró toda la atención informativa ayer. La principal incógnita se despejó por la tarde cuando se conoció que catalanes y vascos apoyarían la moción del PSOE, lo que desalojaba a Rajoy de la Moncloa. Tras conocer el desenlace, el interés por el desarrollo del debate decayó. Su nivel, no obstante, fue patético desde la mañana.

Es lo que hay en España, y eso no ha cambiado. El PP es un partido corrupto, ventajista y profundamente autoritario, que ha utilizado con desvergüenza todos los resortes del poder para afianzar su dominio. Gracias al impulso de las sociedades vasca y catalana, al fenómeno Podemos y a los intereses y las necesidades del PSOE, el PP pasará por fin a la oposición. En cualquier caso, conviene no dejarse llevar por la euforia: la moción de censura no es una crisálida de la que saldrá una mariposa. El PSOE es parte del régimen, tal y como el propio Pedro Sánchez defendió ayer sin complejos, y ha sido pieza clave en el sustento de la deriva autoritaria y recentralizadora del Estado. Y esa gran masa antidemocrática sigue teniendo gran poder en el Estado. Posiblemente el cambio en el Gobierno tenga algún reflejo en las formas pero pocos cambios cabe esperar en los hechos. En cualquier caso, este debate y la posición que han tomado los representantes de vascos ha situado a las instituciones del Estado como un campo más para la lucha política, esto es, en un espacio donde se pueden alcanzar objetivos políticos más allá de la denuncia o el gesto. Incluso en clave netamente vasca, se puede lograr que el PNV tenga que rectificar, lo cual no es habitual.

No obstante, conviene no llevarse a engaño. Desde Madrid no llegará una alternativa democratizadora para Euskal Herria. Eso quedó claro, también ayer. La clave sigue estando en este país, en el desarrollo de una agenda propia vasca y en el impulso de alianzas que nos permitan avanzar hacia una república vasca, libre y democrática.