Iraia OIARZABAL
DONOSTIA
Entrevue
TERESA DEL VALLE
ANTROPÓLOGA

«En estos momentos sí hay un valor del feminismo como fuerza política»

Nacida en Donostia en 1937, vivió en Bilbo hasta que en 1966 viajó a Estados Unidos a emprender sus estudios. Tras pasar también por Hawái y Barcelona, se doctoró en la UPV-EHU en 1988. Es catedrática emérita de Antropología Social y cuenta con una nutrida experiencia en feminismo. Toda una trayectoria por la que acaba de recibir el premio Eusko Ikaskuntza-Laboral Kutxa.

Pasear es su forma de abstraerse de la escritura y su piel bronceada da fe de ello. A sus 81 años, Teresa del Valle no reniega de la que ha sido su pasión: la antropología, la investigación y el feminismo. La recepción del premio Eusko Ikaskuntza-Laboral Kutxa nos lleva a repasar junto a ella sus vivencias e inquietudes.

¿Cómo se siente una al recibir el premio Eusko Ikaskuntza?

Supone muchísimo para mí y, como ha sido por sorpresa, todavía lo estoy asimilando. Soy miembro de Eusko Ikaskuntza desde hace muchísimo tiempo y soy muy consciente del pedigrí que tiene el premio a través de las personas que han accedido a él. Creo que, en estos momentos, un premio le dé valor a una trayectoria feminista es singular.

Su trayectoria profesional es larga y rica. Fue pionera en impartir antropología social en la UPV y ha trabajado mucho el feminismo. ¿Qué destacaría?

Primero, que fue una opción que yo tomé. Una opción difícil porque yo había estudiado piano, aunque no considero que tuviera gran talento para ello [bromea], y había optado más por la historia –en concreto historia de Estados Unidos, de América Latina– y el arte porque en mi familia había una gran tradición. La antropología fue desde luego un encuentro vocacional. Fue en un seminario que tomé con un gran especialista en antropología del Pacífico cuando me convencí. Aprendimos el panorama de la diversidad que había en el Pacífico respecto a las costumbres, a las formas de vida, los sistemas de valores y la organización social. Eso me abrió el camino a pensar que verdaderamente la antropología iba a ser mi principal opción.

Una parte importante de su carrera la desarrolló en EEUU. ¿Cómo recuerda aquellos años?

Fui a EEUU como miembro de una congregación, las misioneras mercedarias de Berriz, donde yo me había educado. Siempre digo que para mí, en esos tiempos de oscuridad, los tiempos del franquismo en que había tantísimas prohibiciones, el estar en un colegio de misioneras que tenían casas en distintas partes del mundo fue clave. Yo viví esa especie de mundo abierto. En el momento que llegué a EEUU, para mí todo resultaba novedoso. Una de las primeras cosas que más me llamaron la atención fueron las bibliotecas abiertas, cosa que aquí no existía. Era casi como una borrachera de poder acceder al saber directamente. Luego el sistema era muy diferente: el énfasis estaba en la lectura, trabajos en equipo, pequeñas investigaciones y en la escritura. Mi estancia allí fue importantísima.

Un periodo muy especial fue cuando estuve en la Universidad de Guam, en el Pacífico, como profesora. Impartía clases de historia de los EEUU y de la Micronesia. Fue una experiencia que despertó mi conciencia crítica y me aportó mucho desde el punto de vista investigador. De allí me trasladé a la Universidad de Hawái para hacer el doctorado y en ese momento decido pasar a la antropología. Elegí hacer la tesis en la isla de Guam, en el poblado de Umatac. Tenía una identidad más fuerte respecto a la lengua y, sobre todo, en las costumbres. Estuve un año viviendo en una familia, totalmente inserta allí. Fue para mí una experiencia antropológica, muy profunda.

Tras aquella experiencia y muchos años en el extranjero, regresa a Euskal Herria. ¿Qué se encontró a la vuelta?

Volví aproximadamente tres años después de la muerte de Franco. Mi vida había tomado unos rumbos diferentes y tenía la sensación de haber estado trabajando y aportando en otros sitios, pero como que no había estado aquí en los tiempos difíciles. Me encontré con una sociedad en plena efervescencia. A través de mi hermana y mi cuñado, me conecté con el mundo del arte, un mundo de gente muy inquieta. Frecuento lugares de reunión y de debate, núcleos muy poderosos a través de los cuales comienzo a conectar con gente feminista. Yo ya había reflexionado sobre el feminismo y voy experimentando todo ese mundo. Es en ese momento cuando decido salir de la congregación, con un agradecimiento tremendo pero viendo que quiero orientar mi vida de otra forma.

También surge una oportunidad muy importante para mí porque se crea en Donostia una facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación. En el segundo año se tenía que introducir ya la antropología social en el currículum y me contrataron. Me encuentro a gente tan interesante, con tantas ganas de hablar, de escuchar, de leer, de debatir…

En medio de esa ebullición se dan sus primeras reflexiones sobre el feminismo. ¿A dónde le llevan?

Mis reflexiones provenían principalmente del feminismo británico y norteamericano. Aquí viví más los grupos feministas y sus primeros pasos. También a través de la docencia, porque se empezaba a debatir al respecto. El tema del poder en la antropología es básico y en esos debates aparece la cuestión del matriarcado vasco. Esta cuestión ya había sido objeto de crítica en otros lugares donde se hablaba de que había sociedades donde las mujeres tenían poder. Empezamos a hacer una investigación crítica acerca de lo que era el matriarcado, con la primera beca de investigación José Miguel de Barandiaran. Hicimos un estudio detallado cogiendo los ámbitos rural, costero y urbano e investigando a las mujeres sobre todo, aunque también a los hombres. Se veía que el matriarcado era una elaboración y que en algunos casos lo que hacía era mantener a las mujeres fuera del poder.

Todavía hoy, el poder es un elemento clave en relación a la desigualdad. ¿En qué momento cree que está el feminismo?

Soy una persona muy optimista y creo que estamos en un momento importante. Por varias razones. Una es que ha habido una serie de acontecimientos públicos que han perturbado a la sociedad y que tienen que ver con el tema de la violencia. Hay una mayor conciencia de que la violencia existe. No es que haya surgido ahora, pero estaba bastante más oculta y no había protección bien codificada. También creo que es generacional; las mujeres más jóvenes habéis despertado y ha habido un acercamiento importante entre distintas generaciones. Los posicionamientos de los últimos años por parte de algunos partidos políticos han sido importantes para crear un humus acerca de problemas que son reales. Hay que decir también que la implantación de estudios feministas ha influido mucho.

Habla de despertar y toma de conciencia, ¿no la había antes?

Yo creo que ha habido años en los que no es que haya faltado conciencia feminista, porque siempre ha estado, pero éramos minoritarias.

Este año ha dejado movilizaciones impresionantes: el 8 de Marzo, las manifestaciones por el caso de «La Manada»… ¿Cómo lo vive?

El feminismo ya tenía su lugar y su trayectoria, pero creo que la movilización de gente mucho más joven ha sido clave. Creo también que son formas de agrupación y participación distintas de lo que era hasta ahora. El 8 de Marzo había cantidad de gente joven y luego estábamos las más mayores. Había diferentes generaciones pero el protagonismo lo llevaba la gente más joven. Algo ha cambiado.

El caso de «La Manada« ha afectado profundamente a muchas mujeres.

Sí. Y también a los hombres. Cuando salimos a la calle por este caso había cantidad de hombres de todas las edades. Nunca había visto esa presencia en actos feministas. Ha conmovido a la sociedad. También creo que era un tema tabú el de la violencia contra las mujeres y ahora se hace público. En estos momentos la violencia contra las mujeres y los niños me parece un tema central.

Creo que sí que hay en estos momentos un valor del feminismo como una fuerza política. El feminismo tiene su historia y está avalado en la lucha por los derechos humanos. Yo creo que hay como miedo a darle más lugar, a cambiar las cosas.

Hablábamos antes de la importancia del poder. El término mismo está siendo muy utilizado y en los últimos años se viene incidiendo en la cuestión del empoderamiento. ¿Cómo valora los pasos que se han dado? ¿Y qué falla de camino a la igualdad real?

Se están dando pasos muy importantes. Uno de ellos es el relacionado con el feminicidio. Seguí todo el debate que hubo en el Parlamento mexicano y cómo se unieron todas las mujeres para poder codificar lo que hasta entonces no estaba codificado. Aquí no lo estamos utilizando: cuando matan a una mujer no decimos que es feminicidio, y lo es. Tenemos que desarrollar más algunos pasos. Luego me parece que en estos momentos también es muy importante el desarrollo de la autodefensa feminista. Todo lo que hagamos por llegar a empoderarnos es positivo. Que digamos: yo como mujer tomo las riendas de mi propia vida y sé cómo hacerlo. Eso no quiere decir que todo el mundo lo hagamos igual, pero ha de hablarse de ello.