Anjel Ordoñez
Periodista
JO PUNTUA

De tontos

Hoy propongo un juego delicado. Una a una y de forma encadenada, iré planteando interrogantes y, a renglón seguido, aportaré respuestas. Preguntas que rayan lo políticamente incorrecto, por lo que el lector deberá decidir en qué momento deja de hacerle gracia el juego y, como consecuencia lógica, abandona la lectura y se pone a otra cosa.

Primera pregunta: ¿son todas las personas intelectualmente iguales? Dicho de otra manera, ¿es la capacidad intelectiva un valor inherente al ser humano?, ¿tienen todos los individuos el derecho inalienable a ser considerados inteligentes por el mero hecho de haber nacido y respirar? Respuesta: no.

Segunda pregunta: dado que no todos somos mentalmente semejantes, ¿existen los tontos? Y digo tonto en el más amplio sentido de la palabra: persona con poca inteligencia, corto de entendimiento, imbécil, estulto, majadero, tardo, mentecato... No tomen estos epítetos como insultos, que no lo son, sino como razonables agentes descriptores de una determinada capacidad cognitiva. Respuesta: sí, existen.

Tercera pregunta: dado que existen, ¿son los tontos capaces de ponerse de acuerdo entre ellos?, ¿de convenir estrategias, desarrollarlas tácticamente, ponerlas en práctica y repetirlas de forma sistemática? Respuesta: sí, lo son. De hecho, tienden a ello.

Cuarta pregunta: en un plano estrictamente ideológico, ¿vale más la opción de muchos tontos puestos de acuerdo, prietas las filas en torno a la propuesta de un estafermo, que la de unas pocas personas inteligentes? ¿que la de una sola persona inteligente? No, en absoluto.

En estas y otras cosas pensaba quien firma mientras contemplaba las imágenes del alarde igualitario de hace ocho días en Hondarribia, cuando el desfile de la compañía Jaizkibel asomaba por la calle mayor entre pitos y desprecios. Y les confieso que, superada la indignación, controladas las náuseas y el ritmo cardiaco, pude ver en la pantalla un atisbo de esperanza: la vergüenza de quienes escondían sus rostros, a propósito y para evitar las cámaras, de quienes portaban el negro «Betiko alardea».