Isidro Esnaola
IKUSMIRA

Imagen de fraude

No me gusta viajar en avión. Cada vez resulta más pesado y humillante. Hay que llegar con mucha antelación para poder pasar, uno tras otro, todos los controles: sacar una y otra vez todos los aparatos electrónicos, vaciarte los bolsillos, quitarte el cinturón y vuelta a recogerlo todo. Y si tienes un aspecto un poco diferente, control «aleatorio» que te toca.

Además, siempre hay algún retraso que obliga a cambiar la terminal o la puerta de salida; todo para que recorras de un lado a otro el aeropuerto y te maravilles de la cantidad de tiendas que puede tener.

Y por último están los controles de documentación. Mucho fardar de pasaporte biométrico, pero tardan más en revisarlos que los antiguos.

Da la impresión de que todo está pensado para que te sientas ridículo e insignificante ante semejante despliegue de medios y arbitrariedad.

A pesar de todo, a veces toca volar. Y la mayor sorpresa está al regresar a Loiu y coger el autobús de PESA que te trae a Donostia. Solo se puede pagar en efectivo. Y eso que ahora las tarjetas se pueden usar hasta para dar donativos a los artistas callejeros; y en cualquier país de los llamados en vías de desarrollo la gente paga hasta los cafés. Es más: que no se pueda abonar de ese modo un servicio enseguida se ve como algo sospechoso y posiblemente fraudulento.

Cuando llamas a PESA te dicen que sí se puede pagar con tarjeta en la maquinita que hay dentro del aeropuerto. En el siguiente viaje pruebas en la maquinita, y tampoco. Tanto esfuerzo con el turismo y la imagen de país, y la primera impresión que recibe un visitante es que llega a un lugar de fraudes y picaresca.