Jon Odriozola
Periodista
JO PUNTUA

¿Arar con estos bueyes?

La macrocausa contra el independentismo catalán que verá la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo manteniendo la imputación de «rebelión» contra 18 dirigentes semeja pura alquimia, otrosí: la cuadratura del círculo con un elixir de sabor cuartelero: «por cojones», que para eso ganamos la guerra. Hasta voces nada sospechosas de subversión al sistema, con prurito académico y un adarme de vergüenza profesional, han impugnado tanto desafuero rayano en lo mentecato: los hijos y nietos, coadyuvados por ganapanes sin escrúpulos, llaman impúdicamente «golpistas» a quienes, casi obsesivamente rozando el empalago, no se cansan de decir y reiterar que sus aspiraciones se harán «por vías pacíficas y democráticas», esto es, sin violencia, como si al fascismo hispánico le importaran más los medios que los fines.

Y, cómo no, está bien criticar la molicie y gangrena de un régimen neofascista... pero nada más, ni un paso más, es decir, sin concluir –con esas premisas– lo notoriamente antidemocrático de tal impostura, ergo: la ausencia de democracia en el Estado español. O Estado de derecho donde prevalecería –así nos dicen machaconamente los primeros que no creen en él– la ley denigrando incluso a Kelsen. Si se considera que el referéndum en Catalunya es ilegal, cambie su señoría la ley –como el sabbath se hizo para el hombre y no al revés– para que podamos saber qué es lo que piensan los catalanes, si quieren seguir en Carpetovetonia o no. Si no así, la responsabilidad de lo que está ocurriendo en los Países Catalanes es única y exclusivamente del Estado español y del Gobierno no importa su pelaje. De aquí a concluir, a mi juicio, que no existe la democracia no hay más que un paso; paso que no se da y ni ganas. Es como decir acúsese a los «separatistas» de cualquier tipificación menos de la burda «rebelión», como han hecho los tribunales de Alemania, Bélgica y Escocia contra la euroorden del garrulo magistrado Llarena para, al menos, tapar las vergüenzas que el «procés» pone al descubierto por tratar de ejercer un derecho inalienable: el de decidir.