EDITORIALA
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Un régimen político sexista al que hay que hacer frente

Una sentencia infame más, dictada por el mismo tribunal que no apreció violación en el caso de «La Manada», sacudía esta semana la conciencia de la sociedad vasca. En vísperas del Día Internacional contra la Violencia Machista que se celebra hoy, se conocía que un hombre que esgrimió contra su esposa un cuchillo e intentó estrangularla en el suelo en presencia de sus dos hijos (uno de ellos gritó «no la mates») ha sido condenado a diez meses de cárcel por «maltrato ocasional», rebajando incluso la pena que pedía como alternativa a la absolución su propia defensa.

En este caso, sucedido en Lodosa, los jueces José Francisco Cobo, Ricardo Javier González y Raquel Fernandino dan por probados los hechos, pero destacan que voluntariamente el agresor no consumó el homicidio y consideran que el hombre padecía de ansiedad y estrés por el proceso de divorcio, lo que consideran circunstancias atenuantes. Para entendernos: el hombre intentó acuchillar y asfixiar a la mujer porque no quería que se divorciase de él y los jueces estiman que eso es estresante y hace más comprensible la agresión, que no fue para tanto porque frenó él mismo, lo que rebaja su gravedad.

Se reproduce así la parte más criticada por el movimiento feminista, por la sociedad civil y por las instituciones públicas en la sentencia de «La Manada»: una argumentación jurídica destinada a justificar los condicionantes del agresor de todas las maneras posibles, incluso las más humanamente ininteligibles. ¿Qué debe ocurrir para que en un caso así de evidente se condene a un hombre por tentativa de homicidio? ¿Cómo puede ser que la decisión de la mujer de divorciarse se convierta en una suerte de eximente de responsabilidades para el agresor? ¿Qué es el machismo sino esto?

En el caso de Lodosa, además, se devalúa el tipo penal hasta un punto en el que la condena es más leve que la que preveía la defensa del propio agresor en caso de que se probasen los hechos, tal y como ha sucedido. El feminismo ha hecho un gran esfuerzo por no caer en la tentación punitivista, en no centrar el debate en las penas ni en los castigos, sino en los tipos y la argumentación, en que las leyes no ofrezcan un marco en el que se acabe justificando la violencia contra las mujeres. Pero en este caso la pena acaba siendo ridícula y totalmente injusta. Manda un mensaje de impunidad y desamparo.

Para colmo, el fallo no ha sido recurrido a tiempo y ya es firme. En el caso de la víctima, la sentencia es tan descorazonadora que se puede entender que ceje en esta batalla en la que la justicia la ha abandonado y se concentre en rehacer su vida. Pero en el caso de la Fiscalía resulta incomprensible que pase de pedir ocho años y medio por tentativa de homicidio a no recurrir semejante barbaridad. ¿Desidia? ¿Corporativismo? ¿Otras razones? Da igual, la credibilidad de la justicia española en relación a la violencia contra las mujeres es tendente al cero. El abismo entre los discursos públicos y la realidad a la que se enfrentan las mujeres en los tribunales no hace más que crecer. Se reproduce un discurso políticamente correcto pero no se toman medidas. ¿Cómo pueden estos jueces, militantes de la misoginia, seguir dictando sentencias sobre violencia sexista? Han demostrado un sexismo tozudo y arrogante.

Igual que en el caso de «La Manada», este fallo resulta paradigmático de una justicia patriarcal que, tal y como señala la experta en esta materia Nerea Barjola, se inscribe dentro de un régimen político sexista. Esta sentencia no se puede entender desligada de ese contexto, de esa estructura y de esas relaciones de poder.

Pie en pared ante las fuerzas reaccionarias

La revolución feminista está sacando a la luz y combatiendo una realidad que ha sido ocultada y que aún hoy se sigue minusvalorando. Los privilegiados por este sistema están respondiendo de modo reaccionario, expresando cada vez más claramente una misoginia y un sexismo atroces, buscando el caso que debilite las tesis del feminismo para atacar a las mujeres que luchan por la igualdad y la libertad. Unos por miedo, otros por desviaciones ideológicas, otros por intereses, el caso es que esas fuerzas reaccionarias se están rearmando. No se debe permitir y toda persona que tenga conciencia feminista debe combatir ese blanqueamiento de un sistema violento, injusto y discriminatorio.

El día de hoy sirve para denunciar todo ello y en el caso de Euskal Herria es un paso más hacia un 8 de marzo que puede volver a ser histórico.