Raimundo Fitero
DE REOJO

Doce mil

De repente aparecen siete mil trescientos treinta y un millones de euros para comprar material militar. A los que hay que sumar otros cinco mil cuatrocientos millones ya adjudicados por el Gobierno de Sánchez. ¿A quién? ¿Para qué? Fragatas, tanques, arreglar unos avioncitos. La mayor inversión militar desde décadas. Con todo el descaro. Se pelea en la calle para mantener el poder adquisitivo de los jubilados, se sube el salario mínimo y se monta un pollo, pero para la guerra, para el auténtico poder mundial, los fabricantes de armas, esto es necesario, útil, adecuado y, por si faltaba algún detalle, cumple con la exigencia de Trump de que hay que gastarse más en material para la defensa. ¿Defenderse de quién?

Felices fiestas, esta es la realidad. Todo lo demás, lo que se sucede en los parlamentos, en los despachos ministeriales y de consejerías o en las cloacas, son siempre asuntos domésticos. Lo menor, lo que se soluciona con un empleado sin escrúpulos o una empleada con ambiciones. Incluso lo estructural, la educación y la sanidad, atacadas por la carcoma de los recortes, se mantiene en unos estándares minusvalorados gracias a los profesionales, a los funcionarios que todavía mantiene la ética de su vocación y de su compromiso. Lo gordo, los miles millones en armamento eso no se discute. Eso viene de arriba, de una voz superior y se cumple lo escuchado sin rechistar. ¿Dónde está Morenés? Seguro que cobra alguna comisión de estos miles de millones. Y algún familiar político de Urdangarin, puede que también. Las armas, la droga, el tráfico de seres humanos son los grandes negocios universales. A los partidos menores sus comisiones le llegan de las construcciones públicas. Los que mandan destinan estos porcentajes a los delegados de zona. Ellos se llevan miles de millones de los presupuestos.