Victor ESQUIROL
VERSIÓN ORIGINAL (Y DIGITAL)

La vida es videojuego

La de Charlie Brooker es claramente una de esas mentes privilegiadas que parece destinada (así lo atestigua su carrera creativa) a definir los tiempos que le han tocado vivir. El reto en el que este genio parece enfrascado, ya desde sus primeras propuestas televisivas, es el de la crónica histórica sin el privilegio de, precisamente, la perspectiva histórica.

Desde su primer gran hit (el celebrado “Dead Set: Muerte en directo”), hasta la ahora canónica “Black Mirror” (a esto vamos), pasando por sus anuarios “Wipe” o enciclopedias serializadas bajo el nombre “How TV Ruined Your Life”, es decir, “Cómo la televisión arruinó tu vida”. Mr. Brooker se ha dedicado, durante casi dos décadas, a separar a los árboles del bosque, es decir, a convertir lo anecdótico en sintomático. Todo esto, siempre a través de una pantalla. Para ver en ella cine, o televisión, o videojuegos... o todo esto a la vez.

Volvemos a la serie “Black Mirror”, que en realidad es una colección de películas... y que ahora, para más inri (redoble de tambores), se reivindica también como juego interactivo. El nuevo año empezó, como viene siendo costumbre, con otra píldora pesimista tipo Brooker. “Bandersnatch”, que así se titula esta experiencia, es la historia de un joven programador (estupendo Fionn Whitehead) que, en la década de los ochenta, quiere publicar un videojuego que revolucione la industria. Pero lo verdaderamente revolucionario es que el relato se adapta a la voluntad del protagonista.

Ahí es cuando la magia del VOD (y de Netflix, para ser exactos) entra en juego... invitándonos a nosotros mismos a entrar en juego. Y así es la nueva jugada maestra de Charlie Brooker: una película interactiva que puede completarse en apenas una hora, pero que casi quintuplica el metraje si lo que queremos es explorar todos los finales a los que podemos llegar. El espectador se convierte así en jugador, y la linealidad narrativa tradicional muta en laberinto desquiciante (estaba escrito) de bifurcaciones que se ramifican ad eternum. Solo podía pasar en tiempos de cine digital, doméstico pero, por lo visto, para nada domesticable.

Charlie Brooker en estado puro: ha concebido otro monstruo que solo podía existir gracias a la tecnología, pero que al mismo tiempo, nos invita a desconfiar de ella. A medida que avanza (o retrocede) la acción de “Bandersnatch”, nosotros tenemos que tomar elecciones que van a condicionar la aventura. “Black Mirror” nos entrega el control de los eventos, pero ojo, como era de esperar, el regalo viene con trampa. La letra pequeña del contrato nos habla, claro, de la destrucción de un libre albedrío que, como otras muchas otras promesas, se queda precisamente en esto.

Así, “Bandersnatch” recoge el testigo de “How Videogames Changed the World” (o sea, “Cómo los videojuegos cambiaron el mundo”), imprescindible documental en el que el propio Brooker afirmaba que no puede entenderse nuestro mundo sin comprender antes la historia y los mecanismos del videojuego. Certeza rematada aquí con una revelación marca de la casa: las elecciones no nos pertenecen; no controlamos nada.