Raimundo Fitero
DE REOJO

En taxi

No hace tanto que se aseguraba de algún partido que sus militantes cabían en un taxi. Nadie decía nada de los VTC. Y existían. Toda la vida ha habido transportes con conductor fuera de las marcas de taxis amparados por reglamentación municipal. Una de las imágenes de mi infancia es la de los taxistas oficiales en la plaza del Castillo de Iruñea con bata gris. Los taxis sufrieron la escalada económica de las clases trabajadoras y medias, el uso masivo de los automóviles propios. El seiscientos, la economía del petróleo y el ladrillo. Y hoy, parece ser que se está acabando una era de la Humanidad: adiós a los carburantes provenientes de los recursos sólidos y bienvenidas las energías renovables. Se acaba el automóvil de explosión y se encamina la sociedad hacia el automóvil eléctrico. Y ello traerá convulsiones laborales, territorios con aumento de paro y un sinfín de consecuencias encadenadas.

Se va incrementando la idea del uso de los transportes públicos en las ciudades, se abandona el de una persona adulta, un automóvil. Está claro que existirá una resurrección de transporte público, sea del taxi tradicional o con las nuevas plataformas que hacen todavía más precaria la economía de los conductores. Las huelgas, las manifestaciones, lo que vemos en las televisiones, es una lucha de posicionamiento en el mercado. No parece que sea un movimiento laboral, sino una instrumentación política de unas circunstancias que se aprovechan para hacer política de agitación.

No es causalidad que sucedan de manera virulenta en Madrid y Barcelona, con ayuntamientos gobernados por Carmena y Colau. Si se es usuario habitual de los taxis, se escuchan unas emisoras de radio muy significativas e incendiarias, por lo que la involución llega en taxi. Aunque tengan razones para la movilización actual.