Maite de Miguel
KOLABORAZIOA

Agur eta ohore, Piedad

Hay personas que sufren las situaciones de injusticia en silencio, inactivas. Son la mayoría. Son muchas también las que se limitan a quejarse. Son muchas menos y, por ello, muy valiosas, las que piensan y actúan en consecuencia. Piedad era de estas últimas.

El fallecimiento de Piedad Fernández el pasado día 7 constituye pues una gran pérdida personal y colectiva. Fue allá por finales de los 70 y principios de los 80 cuando la conocí en una concentración por los presos políticos vascos en la plaza del Teatro Arriaga (siempre ha estado allí y en otros sitios de Bilbao). Desde ese instante no hemos dejado de coincidir y de charlar sobre lo divino y lo humano.

Mi conocimiento personal data de la época de la transición y, hasta que nos ha dejado, he tenido la oportunidad de conversar ampliamente con ella sobre muy diversos temas. Así, por ejemplo, los problemas del país, sobre todo de Euskal Herria, y de sus comienzos en la lucha por un mundo más justo en las juventudes socialistas (sus padres la afiliaron) y en el Frente Popular al que defendió siempre. Era una autentica republicana y quería para Euskal Herria un gobierno republicano y socialista.

Nació en Bilbao en 1924, en una familia obrera y en un momento muy crítico con la dictadura de Primo de Rivera en la que los obreros, en general, estaban en una situación de hambre y sin trabajo. Cuando se produce el golpe de Estado, toda la familia es socialista, de Largo Caballero, y por lo tanto defienden Bilbao de los ataques fascistas del general Franco.

Tenía familia en Portugal y, después de muchos sufrimientos, se trasladan a un pueblecito cerca de la frontera con Zamora una temporada hasta que regresan nuevamente y se encuentran con un clima irrespirable de conquista y desesperación de la población. Pero están tocados por su afiliación al PS y la represión se hace notar cuando el padre no consigue el trabajo necesario para alimentar a la familia. Son años muy duros y cuando finaliza la guerra tiene que sustentarse con lo mínimo, pero esta circunstancia adversa no impide que mantenga sus convicciones e ideales y pronto empieza a ayudar a todos los presos políticos vascos y a sus familias. Siempre estuvo ahí, año tras año, tanto física como monetariamente. Ha estado en todas las manifestaciones (hasta que la enfermedad le venció) legales e ilegales. Increpó y se enfrentó duramente a policías y se sintió siempre profundamente vasca y socialista.

Piedad fue una muestra de ese conjunto de mujeres y hombres excepcionales que combatieron al fascismo desde los lejanos años de la República española y lucharon posteriormente por la libertad de Euskal Herria. Personas que mantuvieron ese nexo de conexión entre los principios e ideales de lucha de ayer y los de hoy. Siempre me dijo: «Socialismo o barbarie», como decía Rosa Luxemburgo.

¡Honor y gloria a una gran abertzale socialista!