Jon Odriozola
Periodista
JO PUNTUA

Que viene el coco

En el zootropo político en que se ha convertido la Caverna de Platón donde nos pasan –a los esclavos– imágenes que son sombras caleidoscópicas de la realidad para entretenernos y cloroformarnos, ahora resulta que el último sputnik lanzado por el Gran Hermano Panóptico en este grotesco y esperpéntico ruedo ibérico consiste en ajustarse los machos ante el crecimiento de la... extrema derecha, la ultraderecha, el fascismo sin ambages. O sea, Vox.

Resulta que últimamente –ultimadamente, diría Cantinflas– me la he pasado en estas páginas llamando «fascista» a este régimen heredero –sin ruptura ni solución de continuidad– del franquismo y corría el riesgo de ser tildado de, cuando menos, «exagerado». Ocurría que el fascismo estaba por asomar su peluda patita, léase Vox y otros mangarranes que ni sabrán quién era el Dr. Albiñana, y ahora toca pertrecharse contra la barbarie en defensa del Estado de Derecho, que se dice. Y para ello, y desde la «izquierda», ¿qué mejor que la unidad ante el peligro de una «involución» en el Estado español? Debe, pues, el pueblo español, frente a la amenaza fascista –la de verdad, no la que imagina el quijotesco Odriozola–, votar (ad nauseam) a las opciones zurdas, ya saben: PSOE, Podemos, IU... Pero, ¿y si resulta que esa izquierda no es tal?

Y es que cabe preguntarse en manos de quién carajo hemos estado viendo los borborigmos de nefastos polichinelas siniestros como Felipe González, A. Guerra, Leguina, Bono e tutti quantti. ¿Es ahora cuando muestran su verdadero rostro que antes ocultaban? Pues en cierto modo sí: vulgares trileros de ¿dónde está la bolita?, que veía yo en “La Palanca” de Bilbao los domingos tomando potes.

Me pregunto cuánto tiempo ha de pasar para que los nuevos arribistas, los Iglesias, Errejón, Espinar (a Carmena la pilla ya carrocilla, pero con tiempo para llamar «horrible dictador» a Maduro), etc. trinquen lo que se pueda y tercie y nos demos cuenta de su catadura (sí, ya sé, está lo del casoplón, puta envidia). Mientras tanto, a seguir en la noria.

Ahora veo que el «marginal» soy yo, era yo.