Alvaro Reizabal
Abogado
JO PUNTUA

Visita ajetreada

En estricto cumplimiento de las obligaciones que a los padres corresponden, los Reyes de España, La Madre Patria, iniciaron el periplo que les iba a llevar a visitar a varios de los hijos que tiene repartidos por el mundo, especialmente en Hispanoamérica, a la que los rojos se empeñan en llamar América Latina. La primera escala era en Buenos Aires, y puede decirse que fue la primera en la frente. Y es que al llegar, tras tan largo viaje, estuvieron una hora sin poder bajar del avión, por algo tan incomprensible como que no había una escalera suficientemente larga para alcanzar la puerta. La real comitiva y su séquito, afectados por la claustrofobia de la situación prorrumpieron a cantar: la escalera donde está… no perdamos el control.

De allí a México, lindo y querido, y cuando llegan, el presidente se descuelga con una carta dirigida al Rey y a la Iglesia instándoles a que pidan perdón por los abusos cometidos durante la conquista de aquel país por Hernán Cortés y los suyos. La carta ha sentado a la mayoría de los partidos españoles mucho peor que lo de la escalera de Buenos Aires. Lo de pedir perdón: ¡jamás!

El Reino de España no comprende la postura mexicana. Siempre nos explicaron en las clases de Historia que, a diferencia de los ingleses o los franceses, que se dedicaban a expoliar a los pueblos indígenas, a violar a las mujeres o a exterminarlos estando inermes, España les llevó su lengua, su religión, la única y verdadera, para que dejaran de adorar a sus falsos ídolos, y en vez de violaciones, lo que se produjo fue un amistoso y afectivo intercambio para enriquecer a aquellos pueblos y convertirlos en un autentico crisol de razas. Y los que digan lo contrario mienten: pura leyenda negra.

Aunque a regañadientes, quien más quien menos, ha pedido perdón por sus fechorías, ahora llamadas errores: Alemania por Gernika o la Iglesia por los abusos a menores. Pero estos se indignan porque les pidan que reconozcan la verdad quinientos años después, cuando lo vergonzoso es que pasados cinco siglos sigan negando la verdad.