El diagnóstico elaborado por el Observatorio Vasco de la Juventud concluye que los jóvenes de la CAV se emancipan más tarde que en otros países europeos y también más tarde (seis años) de lo que esos mismos jóvenes consideran como la edad ideal para independizarse. A partir de esta constatación, el informe apunta diferentes causas, entre las que mezcla cuestiones económicas con otras de carácter más cultural que terminan por dibujar un cuadro bastante confuso de los fundamentos de esta emancipación tan tardía.

Más allá de las preferencias individuales y los valores sociales, en la decisión de emanciparse la restricción económica es la fuerza dominante que condiciona todo lo demás. La tardanza en abandonar el hogar familiar es un dato que se viene repitiendo desde hace más de 20 años, tanto en coyunturas económicas favorables como en otras de profunda crisis económica. Esta persistencia en contextos tan diferentes obliga a interrogarse, más que por las condiciones laborales, por el precio de la vivienda. Y en este sentido conviene resaltar que las capitales vascas llevan años liderando todos los rankings de carestía de la vivienda. La oferta de alquiler ha sido endémicamente escasa, insuficiencia que se ha visto agravada en los últimos tiempos por el auge del alquiler turístico que ha encarecido todavía más el precio de los arrendamientos. Si a los prohibitivos precios alcanzados por el alojamiento se suma la precariedad laboral, los contratos temporales y los escasos ingresos, la posibilidad de emanciparse es prácticamente única: el piso compartido en alquiler.

Jóvenes sin opciones porque durante años no ha habido una política de vivienda digna de tal nombre. Se puede elucubrar sobre las preferencias y los valores de la juventud, pero sin un parque público de vivienda en alquiler no se pueden condicionar los precios del alojamiento y las posibilidades de emancipación. En Euskal Herria, en este momento, la mejor política social y demográfica es aquella que actúa sobre el mercado de la vivienda.