Raimundo Fitero
DE REOJO

Mis muertos

Se me escapa de lo razonable, pero como existe un insulto grave en según que culturas que es «me cago en tus muertos», y que si lo redondeas con «todos tus muertos», ya puede ser eximente para majarte a palos, hoy me ha dado por pensar en mis muertos, pero no aquellos que me llevaron al desatino emocional, sino a esos muertos que uno sabe que existen pero que se escabullen de las estadísticas. Son mis muertos porque nadie los quiere ni se responsabiliza de ellos. Son muertos sin obituario ni columnistas que los loen.

Ha muerto otra mujer en Sevilla por la listeriosis. Sus familiares se han hecho presentes en los medios para reclamar más atención. A todos los fallecidos por esta negligencia se les coloca inmediatamente la edad y sus problemas de salud previa por encima del acto doloso del fabricante, distribuidores y controladores. ¿De verdad que esta infección multitudinaria no merece un acto indiciario de una Fiscalía, una acusación de homicidio involuntario sobre alguien? Muertos sin esquela social que forman la lista del olvido institucional.

Si no me equivoco han muerto más personas este verano por cornadas de toros en encierros y otras barbaridades taurinas que por la listeria. Esos muertos no se contabilizan en ningún estudio sobre la tauromaquia popular, sobre esas fiestas donde el peligro eminente de ser corneado o zarandeado por una vaquilla o un toro con muchos festejos en sus cuernos es visto como algo normal porque en muchas ocasiones esos valientes van con una borrachera descomunal.

Y un apunte más, en Veracruz, México, en una disco, cócteles molotov que causan cerca de una treintena de muertos. La violencia convertida en un manifiesto, en una práctica estructural, la espiral sin fin. Esos muertos se suman a otros muchos muertos. Todos son mis muertos.